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Un nombre que no estuvo a la altura

El Ayuntamiento de Pontevedra bautizó con el nombre de Avenida de Vigo al tramo comprendido entre "el encuentro de las calles Andrés Mellado y Sagasta, hasta la iniciación de la carretera de Vigo a Puente Bora".

Ese acuerdo oficial se adoptó el día 28 de octubre de 1949 por una corporación municipal presidida por Remigio Hevia Marina, quien acababa de regresar a la alcaldía por tercera y última vez. En su caso bien cabe afirmar que las segundas partes resultaron buenas, incluso muy buenas; sin embargo, no ocurrió así con las terceras, que fueron fatales. Tomás Pérez Llorente, alcalde olívico, agradeció poco después la distinción a su colega pontevedrés.

El pleno municipal abordó la ampliación del callejero pontevedrés, no solo con la Avenida de Vigo, sino que también hizo lo propio con las nuevas avenidas de A Coruña y Lugo, en justa correspondencia a otros acuerdos formalizados previamente por aquellos ayuntamientos hermanos. Un fair play obligado, en definitiva, para preservar las buenas relaciones, cordiales y cercanas, que existían entre las distintas capitales gallegas.

La Avenida de A Coruña se identificó como el tramo comprendido entre el final del puente de O Burgo y la calle Juan Bautista Andrade. Entonces la parroquia de Lérez estaba bastante desvertebrada y muy desconectada del centro urbano, porque el trole no llegó hasta algunos años después. La calle Médico Ballina resultó decisiva luego para fijar los límites entre ambas.

Por su parte, el llamado Camino Nuevo desde principios del siglo XX, que transcurría desde Cobián Areal hasta la carretera de Pontecaldelas tomó el nombre de Avenida de Lugo. Más tarde su primer tramo se convirtió en la actual calle Loureiro Crespo.

De Ourense no se habló nada en aquella sesión puesto que la ciudad de As Burgas ya contaba con una plaza con su nombre en Pontevedra desde 1933, a raíz de la visita apoteósica que efectuó a esta capital una multitudinaria embajada para fortalecer sus relaciones fraternales.

Entre Vigo y Pontevedra muy pronto tardó en ponerse de manifiesto el contraste existente entre sus respectivas dedicatorias: una Plaza de Pontevedra bien urbanizada con bonitos jardines y decorosos bancos, frente a una Avenida de Vigo cochambrosa y abandonada, con cunetas mal cuidadas, sin aceras en muchos tramos y con solares cerrados por sucios muros repletos de espesa maleza. Aquella entrada solo tuvo de avenida el nombre durante bastante tiempo.

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