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José Manuel Ponte

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José Manuel Ponte

En los 90 años de Ferlosio

La primera novela de Sánchez Ferlosio que yo leí fue "El Jarama". Trata sobre una excursión de once jóvenes que van a bañarse a ese río madrileño un caluroso domingo de verano. Una jornada de esparcimiento que termina mal porque una de las muchachas del grupo muere ahogada y no queda claro si el trágico accidente pudo ser propiciado por una ingesta excesiva de alcohol o por la maldad que al propio río le atribuye la gente del pueblo.

La novela había ganado el premio Nadal de Literatura en 1955 y a los escolares se nos recomendaba su lectura como ejemplo de realismo social y de escrupuloso respeto a la forma de dialogar de los castellanohablantes de la época. El autor reconoció años después que el libro, pese a su éxito de público y crítica, no le había gustado nada y tan solo salvaba de la hoguera (como hicieron el cura y el barbero con la biblioteca de don Quijote) uno anterior editado por su madre que lleva por título "Industrias y andanzas de Alfanhuí".

Yo no diría tanto, pero sí he de reconocer que "El Jarama" me resultó excesivamente triste y excesivamente tedioso. Tan triste y tedioso como en general fue toda la literatura publicada durante la larga posguerra española, con ejemplares de extraordinaria calidad pero fundamentalmente centrados en logros estilísticos y en burlar ingeniosamente a la censura. Por otra parte, ¿qué otra cosa se podía escribir en aquel ambiente de opresiva penuria intelectual? Luego de esos dos títulos, hubo que esperar muchos años, casi cuarenta, para el reencuentro de los lectores españoles con la prosa de Rafael Sánchez Ferlosio, que para entonces ya se había hecho más elaborada y difícil de seguir, aunque siempre aguda y sugerente. Y son esos libros, más cercanos en el tiempo y más libres, "Vendrán más años malos y nos harán más ciegos", o "La hija de la guerra y la madre de la patria", entre otros, que le hicieron merecedor del Premio Cervantes y del Premio Nacional de Literatura.

Ahora, ha cumplido 90 años de edad y se suceden los homenajes a este hombre con fama de huraño y excéntrico que reparte su vida entre la ciudad cacereña de Coria y un piso en Madrid del que prácticamente no sale a la calle para evitar la contaminación y el frío. En un periódico nacional le dedican amplio espacio a una entrevista en la que le preguntan sobre diversos asuntos de actualidad. Del patriotismo imperante dice que el que mejor lo ha descrito es El Roto en una de sus viñetas: "No soy patriota, el patriotismo me da claustrofobia". De la cuestión catalana dice no entender nada. "Son unos obsesos. Un día dicen una cosa y al día siguiente otra distinta. ¡Qué pesados!"

Y sobre la televisión, sobre todo la española, que la aborrece, pese a que, por su edad, está casi obligado a verla de vez en cuando al no salir de casa. De su padre, el también escritor Rafael Sánchez Mazas, destacado falangista que fue ministro con Franco, recuerda cómo se salvó de ser fusilado durante la retirada del ejército republicano hacia Francia. Lo colocaron en la última fila, lindando con un bosque, y pudo escapar.

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