Siempre me ha llamado la atención la predisposición de ciertas personas a liderar el grupo al que pertenecen, a menudo bajo el pretexto de superar los límites hasta entonces conocidos. Tanto, como la vocación de muchos más para aceptar con resignada abnegación el sometimiento a sus convicciones o dictados, animados casi siempre por la ambición de compartir un botín que suponían más allá de sus capacidades. La historia es pródiga en ejemplos; personas que desde el campo de batalla, desde las artes, la ciencia o cualquier actividad con la que desde los albores de la humanidad se encontraron fueron capaces de moldear, cuando no imponer, su voluntad al grupo al que pertenecían. Con independencia de la bondad de sus medios o la idoneidad de sus fines.

Personajes como Alejandro Magno que a los dieciocho años rebosaba proezas inimaginables, y que a los treinta y tres años había llevado exitosamente a sus ejércitos hasta los confines de la India, tras arrasar por completo un imperio como el Persa. ¿Qué energía alentaba su espíritu o qué deidad definía sus objetivos para que sus treinta y tres años de existencia le hayan franqueado las puertas de la inmortalidad? Y no pretendo juzgar sus métodos o sus conquistas, tan solo dar fe de su capacidad de movilizar, de liderar naciones en pos de un fin que tan solo su arrojo predeterminaba.

O aquel Julio César que elevó la Roma ciudad-estado a capitalidad del mundo entonces conocido; Cristóbal Colón, a quien reconozco más origen en nuestro Poio que a un pasado catalán, y que fue capaz de rendir toda una Monarquía al servicio de una empresa en la que tan solo él creía. O Gengis Kan, que reuniendo unas tribus de pastores fue capaz de conquistar y asolar gentes y lugares desde Europa hasta el Pacífico, China y la India incluidos. Tantos y tan variados personajes que en el devenir de los tiempos fueron capaces de concitar voluntades nunca antes reunidas en torno a una persona. ¿Qué llama alienta en el interior de todos ellos la procura de espacios nunca antes conquistados? Pero también, ¿dónde encuentra el hombre razones para seguir caminos y dictados tantas veces inimaginables y hasta cruentos? Son los seguidores del "líder", ese libertador que cuando adolece de responsabilidad y conocimientos puede llevar a sus "liberados" a la mayor de las pobrezas.

Sin embargo, me temo que hoy la capacidad de liderazgo debe compartirla el hombre con los enormes medios de propaganda que desde diversas trincheras nos asolan. Siempre prestos a quebrar firmezas, definir objetivos y dirigir voluntades. ¿Cómo sino habría podido Pablo Iglesias, a lomos de un lenguaje ladino, pueril y artificial elevarse sobre formaciones políticas que durante decenios se habían batido el cobre en las diversas plazas de nuestra realidad? Un personaje al que por cierto nunca escuché una buena palabra hacia la tierra que le vio nacer, tal vez porque como canta el gran Sabina hay amores que matan. Al fin y al cabo, también un telepredicador excita las lágrimas de su audiencia, al margen de la fe que profese.

Y debemos preguntarnos también ¿por qué siempre encuentran, éste y otros personajes, devotos partidarios ávidos de someter incluso su propio bienestar y el de la colectividad a que pertenecen a la decisión del amado líder? ¿Cómo puede convocar un solo aplauso el erasmus Puigdemont que en tan solo dos años de desgobierno ha provocado la mayor estampida de riqueza en Cataluña? ¿A qué obedece la fascinación por siniestros oráculos que amenazan la convivencia de millones de personas, más allá del ansia de compartir las prebendas de un cargo? Poder y obediencia son como vemos monedas de curso frecuente, también en la política; actividad como cualquier otra y sin más erótica que la rendida pleitesía de quienes no entienden lo que esta siempre debe ser: servicio y dedicación a los demás.

Muchos han sido los personajes a los que la historia tiene en su memoria, pero sin duda solo perdurarán en el corazón de las gentes quienes ofrecen en su mano la lealtad, la bondad, el conocimiento pero sobre todo la responsabilidad de su actuar para con el interés general de la comunidad a la que representan. Sobre todo en momentos de turbia inquietud y sobresalto.

En cualquier caso, no son esencias que podamos encontrar siempre en cualquier jarrón chino.