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Joaquín Rábago.

La cultura como arma de la Guerra Fría

Ahora que todos los días nos desayunamos con alguna noticia sobre la supuesta injerencia rusa en todas las elecciones de Occidente no está de más recordar el papel de la CIA durante la Guerra Fría.

Nos lo recuerda una exposición en la berlinesa Casa de las Culturas del Mundo, que documenta cómo la agencia de inteligencia manipuló al mundo de la cultura en su hábil cruzada anticomunista.

Con Stalin cómodamente instalado en el Kremlin tras sus purgas de disidentes, muchos artistas e intelectuales tanto europeos como norteamericanos vieron debilitada su fe en el comunismo si es que no llegaron a perderla totalmente.

Circunstancia que aprovechó la CIA para lanzar una llamada "ofensiva de la libertad" a la que muchos de aquellos desengañados, conocidas personalidades, iban a contribuir con entusiasmo, ignorantes muchas veces de quién financiaba aquellas actividades.

En 1950, un grupo de autores fundó en Berlín el Congreso por la Libertad de la Cultura (CFF por sus siglas en inglés), que reuniría a intelectuales y políticos en toda una serie de conferencias y seminarios.

Con sucursales en más de una treintena de países, el CFF iba a subvencionar numerosos programas culturales en América Latina, África y Asia, además de una red de publicaciones periódicas, conferencias y exposiciones.

Su misión consistía en fomentar un lenguaje universal y moderno en las artes, desde la literatura y la pintura hasta la música, haciendo especial hincapié en la abstracción y el arte informal -los Pollock o los Rothko-, como signo de libertad individual frente al chato realismo social estalinista.

El descubrimiento en 1967 de que detrás de aquellas iniciativas estaba la CIA caldeó los ánimos de la parte de la izquierda que no había sucumbido aún a aquella propaganda disfrazada de ofensiva cultural y alimentó las revoluciones estudiantiles del año siguiente.

Significativamente, el edificio berlinés donde se celebra la exposición se construyó paralelamente al Congreso para la Libertad de la Cultura por iniciativa de la embajadora de EE UU, Eleanor Dulles, hermana de Allen Dulles, primer director de la CIA, y del entonces secretario de Estado John Foster Dulles.

Por cierto que la avenida berlinesa donde está el edificio lleva el nombre de Foster Dulles, miembro de un Gobierno que mientras defendía en Europa la libertad (sobre todo la de mercado), lograba en Guatemala el derrocamiento militar de su presidente Jacobo Arbenz.

El falso pretexto era el peligro comunista aunque el objetivo era deshacerse de Arbenz por haberse enfrentado este a la poderosa United Fruit, de la que Foster Dulles era además importante accionista.

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