El avistamiento de dos ballenas azules en la costa de Galicia ha disparado el entusiasmo de los conservacionistas de especies en peligro de extinción. La más pequeña de las dos fue avistada en las proximidades de la ría de Muros-Noia y la otra, la más grande, a unas 11 millas de la isla de Ons frente a la ría de Pontevedra. Esta segunda, de 24 majestuosos metros de largo, iba acompañada de una corte de cinco ballenas de aleta, cinco más de las llamadas piloto, 24 marsopas, y cientos de delfines que le servían de escolta. Más o menos como navegan los grandes barcos de guerra con la flotilla que los acompañan en las paradas navales. Así la vio, con ojos entusiasmados, don Bruno Díaz López, director del Instituto para el Estudio de los Mamíferos Marinos, que salió a su encuentro en un barco con base en el puerto de O Grove.
El señor Díaz López no dudó en calificar el regreso de la ballena azul a las costas de Galicia, de donde había sido alejada por la actividad de la flota ballenera regional, como un suceso científico de repercusión mundial. Las aguas del mar gallego son únicas por su rica diversidad biológica y si se confirma que las ballenas azules vuelven a ellas para alimentarse regularmente estaríamos ante una de las buenas noticias de este año.
Las ballenas hacen largas singladuras para desplazarse de un lugar a otro en busca de comida y el hecho de que la obtengan en un lugar preciso durante cierta época del año permitiría (sin molestarlas demasiado) fomentar esa clase de turismo ecológico que cada vez tiene más adeptos. Claro es que también habría que regular minuciosamente tal actividad para evitar que la curiosidad de la avalancha turística en procura de fotos y vídeos con las ballenas acabase por ser casi tan perjudicial para su conservación como en tiempos anteriores a la prohibición de su captura lo fueron las actuaciones de la flota ballenera.
La fascinación por las ballenas, esos animales enormes que se alimentan de seres de tamaño microscópico, es una constante histórica y su rastro en la heráldica (muchos pueblos, entre ellos Guetaria, la llevan pintada en su escudo) casi tan frecuente como el de los imbatibles leones, o los elefantes, otros animales enormes que gozan de general simpatía. A todos nos contaron de niños en la escuela la increíble aventura del profeta Jonás del que dice la Biblia que debió de ser el único hombre del mundo que fue tragado por una ballena y tres días más tarde vomitado en una playa en perfecto estado de salud. Y todos habremos leído, de adolescentes, la novela de Herman Melville sobre la obsesiva persecución que el neurótico capitán Akab hizo de Mobby Dick, la temible ballena blanca.
A propósito de todo esto, un vecino mío, el biólogo Héctor Quiroga, que entre otros destinos trabajó en el Instituto Español de Oceanografía, tiene la amabilidad de regalarme un libro sobre "La caza de ballenas en aguas ibéricas" que él escribió y editó luego la Diputación coruñesa. Entre otros datos interesantes se recoge el hecho de que entre 1958 y 1985 se capturaron 17 ballenas azules en aguas próximas a Galicia. Ahora pueden venir sin peligro para su integridad.