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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El caos

Pues la verdad sea dicha, no le vienen mal al empresariado que se organiza en confederaciones provinciales y, a modo de "coordinadora" -la CEG- eche mano de la lucidez y diga algo sensato en medio de la tormenta desatada en los tenderetes. Y no solo porque poco se puede confiar en quienes dan la imagen de fanés, descangallados y, aún peor, enfrentados, sino también en el sector social al que representan que viene a ser equivalente a decir el país en que se integran. Porque, quizá sin motivo, a la patronal en casi todas partes se la considera seria.

Y eso, en opinión de quien les escribe, ha hecho este fin de semana el presidente de la Condederación de Empresarios de la provincia de Pontevedra, don Jorge Cebreiros Arce que en una entrevista a este periódico pasa revista a lo que desde su punto de vista son los males -y las ventajas- de la organización. Y que como hombre sensato que parece, se da cuenta de que poco se puede conseguir cuando la estructura a la que se pertenece es, en general, una especie de jaula de grillos que no solo cantan a la vez sino que además están mal avenidos.

Y no es solo su opinión, y los resultados los que describe, sino una larga relación de hechos que hablan de divisiones, rencores, ausencia de unas líneas de interés general que hagan al menos creíble a la CEG. Y acompaña esa relación con un diagnóstico personal de los orígenes de ese problema que engloba a todos los demás, sintetizándolo todo en dos hechos; uno, la ausencia de músculo, porque hay grandes empresas gallegas que van por libre y, otro, el exceso de personalismos -los "ego", que dice el señor Cebreiros- cuyos choques ocupan más tiempo que los negocios.

Ese esquema, que no resulta literal y que es en cierto modo resumen de la opinión de quien lo escribe, resulta acertado. Porque una representación empresarial que no incluya a las firmas más importantes del país viene a ser, y lo afirma la antigua descripción, como un jardín sin flores. Y, a la vez, que esas grandes firmas limiten su actuación a una especie de limosnerías -aportar dinero para tapar huecos y a veces para que no se abran- contribuye a la imagen de ruina que ahora mismo tiene la CEG, y que no es precisamente la mejor invitación a que se invierta aquí.

El segundo de los males, el personalismo, se da en las cuatro provinciales y en la regional, y es históricamente innegable. Diríase que una parte de los empresarios imitan a unos cuantos presidentes de clubes de fútbol, que están en el cargo por figurar y obtener una especie de relieve social. Y eso, en el mundo económico, especialmente en el bancario, es estéril y desde luego suicida, no solo para un grupo de individuos sino para un país entero. Lo que extraña de verdad es que nadie se acerque a ese caos e intervenga para al menos aportar criterio y un cierto orden. Por la cuenta que le trae a Galicia, y cuanto antes mejor.

¿No??

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