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De vuelta y media

La Casa del Maestro

La entidad fundada en 1933 desarrolló una encomiable labor, solo truncada por la Guerra Civil pese a su carácter apolítico

Maximino Portela Piñeiro (Graduada), Paulo Novás Souto (Preparatoria), Alfredo García Hermida (Pontevedra), Manuel Ameijeiras Cerviño (Xeve), José Ron Cabarcos (Salcedo), José Álvarez Vijande (Pontesampaio), Manuel Torres Martínez (Marín), Olimpio Liste Naveira (Cuntis), Juan Manuel Álvarez Vijande (Cambados), Antonio Soto Martínez (Arbo) y Fermín Díaz Álvarez (Marín), compusieron la comisión organizadora que puso en pie los cimientos de la Casa del Maestro en Pontevedra.

El proyecto se gestó en noviembre de 1933 con la finalidad de cumplir un sentido anhelo del magisterio provincial: disponer de una sede propia en la capital (no en Vigo), desde donde impulsar diversas actividades culturales, recreativas y profesionales de forma organizada.

El fervor republicano se encontraba aquellos días en su momento álgido y la idea tuvo una acogida muy calurosa. Particularmente, El Noticiero Gallego, revista semanal pontevedresa dedicada a la Primera Enseñanza, apoyó la causa con mucha decisión. Eladio Portela Gómez estaba al frente de este periódico domiciliado en el número 36 de la calle Michelena, genuino embrión de Artes Gráficas Portela.

La comisión promotora no empezó la casa por la ventana, nunca mejor dicho, sino que trabajó duró en la preparación de un reglamento para enmarcar su funcionamiento. Cuando el documento estuvo terminado, se sometió a una asamblea general y, finalmente, el Gobierno Civil aprobó el 21 de abril de 1934 el reglamento definitivo que dio luz verde a la Casa del Maestro.

Durante el primer trimestre del referido año, la entidad realizó una intensa campaña de captación de socios. Cuando se hizo recuento general, la cifra total superaba los 500 maestros fundadores. A partir de abril se fijó una cuota de entrada de diez pesetas para los rezagados. El recibo mensual ascendió a dos pesetas para los residentes en la capital y bajó a 1,50 para quienes vivían en otros lugares.

Villa Tablada resultó una elección magnífica como local social. El día 17 de junio, cuando se celebró su presentación ante el colectivo, la directiva encabezada por Maximino Portela elaboró un programa especial y echó la casa por la ventana.

Los asociados celebraron una junta general, y después impartió una conferencia Bibiano F. Osorio-Tafall, alcalde de la ciudad y director del Instituto, sobre el desarrollo del niño y la configuración de su carácter. Durante el banquete no faltaron los brindis por el futuro de la entidad. A primera hora de la tarde, los asistentes visitaron la Residencia de Estudiantes del Instituto en Campolongo. Y luego se organizó un animado baile que concluyó a las diez de la noche, hora más que prudente.

Las mejores editoriales en materia pedagógica, Dalmau Carles, Porcel y Riera, Roma, Solana y otras, montaron aquel día en el piso superior una exposición bibliográfica con sus últimas novedades, que despertó un enorme interés.

La Casa del Maestro estableció una potente biblioteca con préstamos de libros y dispuso para su buena marcha de una secretaría permanente. La directiva invirtió casi mil pesetas en la compra a Editorial Labor de cinco secciones temáticas con 200 volúmenes. También recibió numerosas donaciones de otras editoriales y de particulares para incrementar sus fondos.

La clave principal de su buen funcionamiento estuvo en las tres secciones encargadas de organizar sus actividades: excursiones y misiones pedagógicas; veladas y fiestas, y conferencias, certámenes y exposiciones.

La primera excursión se llevó a cabo el 14 de julio, a modo de cierre del curso 1933-34, y discurrió por Cambados, Dena, A Toxa y A Lanzada. Luego se organizó en septiembre una visita al Monasterio de Oseira.

El salón de actos de la institución acogió a destacados conferenciantes, desde el catedrático de la Universidad de Santiago, Sebastián González, que habló sobre "La enseñanza en el siglo XVIII", hasta el director del Instituto Provincial de Higiene, Pedro Hernández Andueza, que disertó sobre medicina preventiva. La temática a desarrollar fue muy abierta y nada sectaria.

Al realizar el balance de su primer año de funcionamiento, la Casa del Maestro no solo había cancelado todas sus deudas, sino que disponía de un superávit de 500 pesetas. Con el paso del tiempo, el capital social incrementó su valor hasta 3.644,40 pesetas a 31 de marzo de 1936, última cifra divulgada.

Convertida en la primera institución de Galicia en su género, desde todas partes llegaron a Pontevedra solicitudes de información para copiar su modelo organizativo. Ourense, Santiago y Lugo expresaron su deseo de disponer de una entidad a su imagen y semejanza.

El año 1935 resultó igualmente fructífero para la Casa del Maestro, dado que impulsó con éxito nueva actividades: desde una revista semanal denominada Escuela Vivida, de carácter cultural y pedagógico, hasta la convocatoria de un concurso escolar, que incluyó dibujos, labores y manualidades. Lanzados como estaban, sus promotores incluso solicitaron una delegación de las Misiones Pedagógicas a su patronato en Madrid, cuya actividad nunca llegó a concretarse tras varios contactos.

El momento cumbre se plasmó a mediados de dicho año, cuando un grupo de maestros al margen de la junta directiva, ofreció un banquete de homenaje al presidente y vicepresidente de la Comisión de Iniciativas, Rogelio Pérez González y Ramón Segura de la Garmilla. El Hotel Madrid acogió un centenar de comensales que reconocieron tanto el "prestigio logrado" como el "engrandecimiento obtenido" a cuenta de su magnífica labor.

El inspector de Primera Enseñanza de A Coruña, Gabriel Loperana, impartió el 8 de julio de 1936 la última conferencia organizada en Villa Tablada, y el mismo día del estallido de la Guerra Civil, 18 de julio, la institución promovió una excursión a Santiago de Compostela, a 3,50 pesetas el billete.

A pesar de su neutralidad política, enseguida llegó su brusca incautación. Entonces publicó una nota postrera reclamando la devolución de los libros prestados en la Comisaría de Policía, dado que su biblioteca estaba ya destinada a "usos patrióticos". La Casa del Maestro solo gozó de dos años y media de vida, pero fue una experiencia muy gratificante mientras duró.

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