Digo que ayer se reunió en el Vitruvia un grupo de personas del mundo de la cultura viguesa que conocieron a Carlos Casares. ¿Que por qué ahí?, me preguntaréis los que no estéis completamente abducidos por el monotema catalán. Pues por una razón, mis queridos: éste es un lugar de la memoria de nuestra ciudad. Aquí estaba no hace mucho el café Alameda, en donde Casares hacía tertulia con escritores y las gentes de la Editorial Galaxia, que estaba a la vuelta de la esquina. Tengo noticia de que ya el Ayuntamiento anda en poner una placa que le recuerde y, aunque las cosas de palacio van despacio, no estaría mal que se diera Cayetano un poco de prisilla antes de que concluya este año dedicado al autor de los Xoguetes para un tempo perdido. Los reunidos dieron cuenta de una botella de buen Ribeiro con etiqueta especial en homenaje a Casares. Asistieron Damián Villalaín (que fue subdirector de Galaxia con Carlos), Bieito Ledo, Xosé Manuel Soutullo, Manuel Janeiro, un artistazo diseñando las cubiertas de los libros; Gustavo Garrido, en representación de la Fundación Casares, y Francisco Domínguez, director de la Fundación Penzol. Y con Xavier Castro brindaron por este vigués, nada proclive a la solemnidad y además simpático. Muchos os acordaréis de nuestro Carlos contando anécdotas divertidas en las sobremesas.

¡Qué vida la de Terranova!

Para todos aquellos que siempre hemos admirado y nos hemos sorprendido de los rigores con que trabajaban nuestros marineros allá en los mares helados de Groenlandia, nos llega una película de inevitable cita. Este fin de semana llega a los cines gallegos el documental Arte al Agua, los bacaladeros de Terranova, retrato íntimo de las adversidades y sufrimientos que vivieron los hombres que durante décadas cruzaban el Atlántico desde los puertos de Pasajes, A Coruña, O Feral y Vigo en Galicia rumbo a Groenlandia, donde faenaban durante meses en condiciones terribles. En Vigo, se proyectará en los cines Praza Elíptica do 10 al 16 de noviembre. ¿Mola o no mola? Eso sí que era una prisión y no ésa de la que ahora se quejan los políticos presos (no los presos políticos).

Seijas, de conductor a pintor

Me cuenta Susana Cabaleiro desde el Ayuntamiento de Redondela que anteayer inauguró sus cuadros en el Multiusos de esa villa un redondelano conocido y querido en el lugar: Manuel Seijas Fernández. Ahí tenéis a un autodidacta aunque su primera exposición fuera a los 19 años, que es hace mucho si os digo que nació en 1947 en el Campo das Redes, de la familia Rubinista, que ése era el apodo de la abuela. Manuel "Manoliño", estudiante en las escuelas Figueroa, responsable de la danza de espadas un tiempo, es hijo de Manuel Seijas, que siempre anduvo repartiendo por la zona con su caballería, lo que heredó él hasta que compró vehículo porque ya no estaban los tiempos para caballos sufridores, y tanto distribuyó productos como personas. Que se lo pregunten a Tito Guerreiro, que le tiene mucho aprecio. Ahora, retirado, tiene tiempo para dedicarse a su pasión, la pintura. Ahí le tenéis.