En todo lo que le rodea al termalismo ourensano, le sobran títulos y le falta realidades tangibles. Que Ourense sea la capital termal de Galicia, está muy bien, pero que se consumiesen más de 13 años para dejar languidecer un plan estratégico, es de lo más revelador. Una cuestión es incuestionable, la riqueza termal con la que se cuenta, y eso que son miles de litros los que siguen camino hacia el río Miño. Una travesía del desierto para llegar a ese desarrollo real, más allá de planes, programas y eslogan de que somos el no va más. Es el momento de las realidades. Pasar del concepto de diseño, y asentar las bases de lo que presentan como un sector estratégico par el futuro socioeconómico de la ciudad. Y no estaría de más, mientras no llegan todos esos proyectos, que, ante la falta de civismo, de algunos que profanan la esencia misma del termalismo, por parte del gobierno se adopten medidas necesarias. Resulta bastante triste el relato de algunos ciudadanos que en algunas ocasiones asisten a determinadas tropelías en esos enclaves termales, ante la pasividad de los gobernantes. Se trata de retirar del escaparate termal a los de los calzoncillos, el bronceador, la birra o el pitillo... y también a los del amor de urgencia.