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De lo que sobra no falta nada

Pero de lo otro, sí. Aparecen reiteradamente noticias acerca de puestos de trabajo que no se cubren o que lo hacen con extraordinaria dificultad por la escasez de personas preparadas para tal fin. Ello se produce en medio de un alto paro continuado y, al mismo tiempo, con un gran número de jóvenes bien formados que no encuentran empleo y que permanecen en casa de sus padres hasta muy tarde. Al mismo tiempo se nos advierte que en un plazo no muy largo varios sectores productivos van a necesitar, por razones de edad, una fuerte reposición de empleos, para los que tampoco parece haber gente preparada.

La situación, aunque frustrante, manifiesta, sin embargo, un fondo positivo: familias y sociedad han dispuesto de dinero abundante para formar a los jóvenes y lo siguen teniendo para mantenerlos, con cierto nivel de vida, en casa. Su otra cara es que se gasta dinero público en formación con escasa utilidad. Existe un grave problema de información. Estudiantes y familias deberían tener conocimiento fluido y fehaciente de cuáles son los ámbitos económicos en que se requiere empleo o ha de requerirse en el futuro, para que con ello pudiese orientar su formación.

Es posible también que las familias tengan expectativas poco realistas sobre lo que se puede esperar de la estructura económica y quizás sea necesario un cierto reajuste en las percepciones de la realidad y en los discursos sobre ella. Pero no olvidemos que los problemas de empleo sólo tangencialmente se deben a las leyes y que, desde luego, no se solucionan con voluntarismo ni con dictados arbitristas. Que, por ejemplo, un trabajador con varias carreras tenga un trabajo manual en que cobre poco no se debe a una conspiración de nadie, sino a las limitaciones de productividad y ganancia de su empleo. Subir su sueldo por decreto originaría probablemente la desaparición de su puesto de trabajo.

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