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Personas, casos y cosas de ayer y de hoy

León XIII, un ejemplo de "envejecimiento satisfactorio"

El 20 de junio de 1903, León XIII tenía ya más de 93 años. Los había cumplido el 2 de marzo de ese mismo año. Justo en esa fecha, en audiencia privada, recibía a un diplomático norteamericano que se despidió del Papa diciéndole: "Pido al Cielo conceda a Vuestra Beatitud cien años de vida", a lo que el Pontífice contestó, con suavidad y sonriendo: "No ponga usted límites a la misericordia divina" ( Manuel Izquierdo Hernández en Enfermedades y muerte de algunos Soberanos Pontífices. Gaceta Médica Española, 1964). Alguno podría juzgar, con extrañeza, que pese a ser creyente, tenía pocas ganas de irse al Cielo. Era la consecuencia del habitual y lógico apego a la vida de todo ser humano, aun siendo el propio Vicario de Cristo. ( José Antonio Balbontin en La España de mi experiencia. Sevilla: Centro de Estudios Andaluces; 2007). León XIII no había mostrado ningún signo significativo de enfermedad, al menos en apariencia, y aunque su capacidad física estaba limitada por la propia senectud, no afectaba a sus facultades intelectuales. Una buena prueba de su lucidez en los últimos años está en su propia obra escrita y en su actividad social, organizativa y diplomática. A finales de junio de 1903 todavía participó en el Consistorio Cardenalicio, dio audiencias y recibió varias peregrinaciones, si bien suprimió los discursos para no fatigarse.

Poco tiempo después de la anécdota relatada, el 3 de julio de 1903, León XIII suspendió las audiencias, gran parte de su trabajo y se vio obligado a guardar reposo por consejo de su médico y amigo personal, el profesor Giusseppe Lapponi. El día 5 de julio presentó fiebre y tos, siendo diagnosticado por Lapponi de "neumonía senil" y sometido a tratamiento. Después de una mejoría inicial, empeoró de nuevo, por lo que fue llamado a consulta el profesor Gaetano Mazzoni, quien confirmó el diagnóstico y la gravedad del Papa, y ratificó el tratamiento prescrito. Sin embargo, a pesar de que las condiciones del enfermo eran malas, sobre todo por su edad, no se juzgaron alarmantes y mantuvo cierta actividad. Durante los días siguientes, se sumaron a su proceso neumónico algunas complicaciones "pleuríticas", por lo que se consideró que era el momento de conferirle la Extremaunción, a lo que el Pontífice consintió sin dificultad. No obstante, al día siguiente, le dijo a su secretario particular, Monseñor Rinaldo Angeli: "¿Pensaste que no pasaría de la noche? Acepté de buena gana, pero no pensé que fuera tan urgente". Los días 8 y 9 de julio le fue evacuado líquido pleural, lo que le alivió mucho. A sus médicos se sumaron los doctores Rossoni y Baccelli, que coincidieron en el diagnóstico y tratamiento. Rossoni afirmó: "Creí venir a asistir a un hombre moribundo, sin aliento, sin habla y sin conocimiento, y he encontrado un soberano en plena posesión de todas sus facultades, con ojos vivos, una mente muy prodigiosa, que me escuchó en forma antes de recordar que estaba enfermo y necesitaba mi cuidado". Poco antes de su fallecimiento, despachó con el Maestro de Cámara, monseñor Bislet, encargado de consignar los vales para los que obtenían audiencias pontificias, quien aprovechó el momento para suplicarle su bendición. El Papa se la otorgó, mientras le susurraba: "Sea este el último vale". El declinar físico del Pontífice, causado por su ancianidad y la infección pulmonar, respetó su inteligencia, como si quisiese recompensar y hacer bueno el lema que había elegido al ceñir la Tiara: Lumen de Coelo -La luz del Cielo-.

Empeoramiento

El 19 de julio el empeoramiento fue alarmante y le rezaron las letanías y oraciones de los agonizantes, a las que el propio Papa pudo contestar, aunque con dificultad. A las cuatro de la tarde del 20 de julio, el doctor Lapponi se puso de rodillas ante León XIII, que ya era cadáver, y dijo a los Cardenales: "El Santo Padre ha devuelto a Dios su alma" ( Los últimos días de León XIII y el cónclave de 1903. Por un testigo. Revue des Deux Mondes. Vol. 20; 1904). Sus restos fueron inicialmente enterrados en San Pedro de Roma y después trasladados, en 1924, a la Archibasílica de San Juan de Letrán, a un sepulcro obra de Giulio Tadolini, que incluye una escultura de Santiago Peregrino. León XIII había sido decisivo en la historia moderna del culto jacobeo. En 1884 confirmó mediante la bula Deus Omnipotens la autenticidad de los restos de Santiago el Mayor y sus discípulos Teodoro y Atanasio, que se daban por perdidos al menos desde el siglo XVI y habían sido redescubiertos en el subsuelo de la catedral compostelana en 1879, por iniciativa del cardenal Miguel Payá y Rico. En palabras del obispo José Guerra Campos fue: "El punto de arranque del florecer actual de las peregrinaciones a Santiago".

León XIII (Carpineto Romano, 1810-Roma, 1903), cuyo nombre secular era Vincenzo Gioacchino Raffaele Luigi Pecci, fue el papa nº 256 de la Iglesia. Fue educado en los jesuitas de Viterbo (1818-1824), estudió Teología en el Colegio Romano (1824-32) y aprendió derecho civil y canónico en la Pontificia Academia de Nobles Eclesiásticos (1832- 37). Desde el inicio se mostró como un gran latinista, humanista y poeta. Ordenado sacerdote en 1837, pasó al servicio papal, y ejerció de gobernador, primero en Benevento (1838-41), y luego en Perugia (1841-43), donde adquirió mucho prestigio por su capacidad y ecuanimidad en la dirección de los Estados Pontificios. Imbuido de una profunda preocupación social, abrió un banco para los pobres y visitó y analizó los complejos industriales de los países vecinos. Designado Obispo en 1843, Gregorio XVI le encomendó la nunciatura en Bélgica y después, durante dos años, el obispado de Perugia. En 1853 Pío IX lo elevó a Cardenal; sin embargo, se mantuvo alejado de Roma, contrario a la política del Secretario de Estado, cardenal Giacomo Antonelli, al que creía un lastre para la universalidad de la Iglesia. En 1877 fue nombrado Camarlengo de la Santa Iglesia, por lo que volvió a Roma. El 20 de febrero de 1878, después de apenas dos días de cónclave, resultó elegido Pontífice. Aunque por su edad, delgadez y aparente fragilidad física hizo pensar que iba a ser un Papa "de transición", era a la vez enérgico y flexible, y gobernó la Iglesia durante 25 años, entre 1878 y 1903, y lo hizo con gran sabiduría, clarividencia, firmeza y carisma. En sus primeros años de Pontificado desarrolló diversas iniciativas académicas: Instituto de Roma para el estudio de la filosofía y la teología, Centro de estudio de las Escrituras y Centro Astronómico. Publicó alrededor de cincuenta encíclicas, en las que promocionó fe-cultura, impulsó la doctrina aquinatense desde su celebrada Aeterni Patris y animó las relaciones Iglesia-Estado. En resumen, promovió la libertad religiosa. Su encíclica Rerum novarum [15-V-1891] abrió la nueva etapa del Magisterio Social Pontificio, pues difundió urbi et orbi la resonancia de la Iglesia, como voz de los "sin voz". Por todo ello es hoy conocida como la "Carta Magna del Trabajo". En esencia, deplora la opresión de los pobres, resalta la dignidad y libertad de la persona, reconoce el derecho a la propiedad, preconiza salarios justos y acepta el derecho a organizar sindicatos. El Estado no debía ser intervencionista, protegería sin manipular. Todo esto le llevó a ser reconocido como el "Papa de los obreros".

Se ha dicho de él que fue más amigo del verbo abrir que del verbo cerrar. Abrió las sacristías a la pastoral obrera, los Archivos vaticanos a la investigación de los estudiosos, tanto católicos como no católicos, y la Iglesia a las necesidades del mundo. Impulsó el ecumenismo, especialmente con los orientales, cuya reunificación pretendía. Buenas pruebas son en 1879, el fin del cisma caldeo y el cisma armenio; en 1880, la encíclica Grande munus christiani nominis propagandi, sobre los apóstoles eslavos Cirilo y Metodio, y en 1881, el decreto Orientalium ecclesiarum ritus restableciendo en el monasterio de Grottaferrata el rito bizantino. En 1895 creó la Comisión cardenalicia encargada de promover la reconciliación entre los alejados y la Iglesia. Por la encíclica Christi Domini (1896), restableció el patriarcado copto. A partir de 1881 animó a la celebración de Congresos Eucarísticos internacionales y Nacionales. Entre 1894 y 1902 presidió las 27 conferencias de la Comisión Cardenalicia. Ante la intensificación del colonialismo europeo promovió las misiones y su protección por las potencias colonizadoras (1884-1885). Abrió las relaciones internacionales de la Iglesia con los Estados, poniendo fin a la hostilidad con el imperio alemán, propugnando el fin de confrontación de los católicos franceses con el régimen republicano y mediando en las disputas internacionales entre España, Alemania y el Reino Unido y entre Rusia y los Países Bajos. Trató de mejorar, sin conseguirlo las relaciones con Italia.

En el momento de su muerte, León XIII era el tercer papa con más tiempo de pontificado (25 años), solo superado por Pedro (entre 34 y 37 años) y Pio IX (31 años). Años más tarde le superaría Juan Pablo II (26 años). Asimismo fue el segundo pontífice de mayor edad en el momento de su muerte, solo precedido por Agatón, que murió a los 102 años.

Desde el enfoque médico y geriátrico, León XIII podría encuadrarse dentro del concepto de agerasia intelectual, si por tal se acepta vejez sin afectación del estado psíquico. Sin embargo, no podemos encajarlo en el término general de agerasia, cuyo significado más amplio engloba vejez sin achaques, dado que las capacidades físicas del Papa estaban limitadas. Estimamos -en unión con mi hija, la geriatra Georgina Martinón Torres- que es más exacto incorporarlo al hoy llamado "envejecimiento satisfactorio". El deterioro fisiológico asociado con la edad es la consecuencia de tres fuentes de daños: el proceso intrínseco de vivir, factores ambientales y enfermedades asociadas con la edad. Sin embargo, existe una importante heterogeneidad entre los individuos de la misma edad cronológica. Los que han sufrido poco deterioro se dice que han experimentado un "envejecimiento exitoso" desde un punto de vista fisiológico. El concepto es demasiado popular y equívoco por cuanto existe un gran componente genético, pero la mayor parte de las diferencias entre individuos parecen relacionase con factores extrínsecos. Por el contrario el "envejecimiento satisfactorio" es un constructo global, teórico y empírico, que ha de cumplir con tres criterios en cierto nivel mínimo: integridad del ego, autonomía funcional y vinculación social. La autonomía funcional alude a la capacidad del individuo a seguir siendo independiente en el dominio funcional fisiológico y cognitivo, de forma que es libre para continuar con las actividades que él valora y elige y que son potencialmente generativas y productivas. No se trata de que no haya enfermedad o deterioro, sino de que el anciano sea capaz de afrontar o compensarlo de una forma que le permita conservar su independencia funcional básica.

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