Mañana domingo se celebra la Jornada Mundial de las misiones, con el lema " Sé valiente, la misión te espera". El Domund es una jornada universal que se celebra cada año en todo el mundo para apoyar a los misioneros en su labor evangelizadora entre los más pobres de este mundo. Es, además, una llamada a la responsabilidad de todos los cristianos en la evangelización.

En su mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones 2017, el Papa Francisco nos invita a reflexionar de nuevo sobre la misión en el corazón de la fe cristiana. Nos dice el Papa que la Iglesia es misionera por naturaleza y que si no lo fuera no sería la Iglesia de Cristo. En todas nuestras parroquias y comunidades debemos reflexionar en estas fechas sobre nuestro compromiso misionero por cuanto que la dimensión misionera de nuestra fe es esencial en nuestra vida personal y comunitaria.

La misión de la Iglesia, nos dice el Papa Francisco, está fundada en la fuerza transformadora del Evangelio. El Evangelio es la Buena Nueva que trae consigo una alegría contagiosa, porque contiene y ofrece la vida nueva de Cristo Resucitado. Esa vida nueva de Cristo Resucitado se convierte para nosotros en Camino, Verdad y Vida, pues al seguir a Jesús como nuestro Camino, experimentamos la Verdad y recibimos la Vida, que es comunión con Dios.

Para nosotros los cristianos vivir la experiencia de Jesús como Camino, Verdad y Vida es de vital importancia para la vivencia de nuestra fe y para transmitir nuestro testimonio de ella. De este modo, el anuncio del Evangelio se convierte en palabra viva y eficaz que realiza lo que proclama (Cfr. Is 55,10-11), llevando a la transformación existencial de los hijos e hijas de Dios.

No podemos olvidar nunca que "no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva" ( Benedicto XVI, Carta en. Deus Caritas est, 1). El Evangelio es una persona, que nos llama y continuamente nos invita a compartir su vida mediante la participación en su misterio pascual de muerte y resurrección.

El mundo necesita del Evangelio de Jesucristo como algo esencial porque en él se proclama que es el mismo Jesucristo quien continúa su misión en medio de los hombres a través de su Iglesia. Es el mismo Jesucristo quien, a través de su Iglesia, continúa su misión de Buen Samaritano, curando las heridas de la humanidad y que, como Buen Pastor, sigue buscando a quienes se han perdido por los caminos polvorientos de la vida.

La vida de los hombres está siempre en camino. Somos por esencia caminantes y buscadores de un futuro mejor. La utopía constituya la brújula que encamina y orienta los anhelos más profundos de nuestras vidas. Por ello mismo, la misión de la Iglesia está animada por una espiritualidad de éxodo continuo. El Evangelio y la Iglesia nos invitan a salir de nuestra propia comodidad y a atrevernos a adentrarnos en todas las periferias de un mundo que clama por la luz de la Verdad y de la Vida (Cfr. Exhort. Ap. Evangelii gaudium, 20).

Pero la misión le dice a la Iglesia que ella no es un fin en sí misma, sino que es un humilde instrumento como mediación del Reino de Dios. Por ello, una Iglesia autorreferencial, que se complace en éxitos terrenos, no es la Iglesia de Cristo. En este sentido nos dice el Papa Francisco que debemos preferir " una Iglesia accidentada, herida, manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y por la comodidad de aferrarse a las propias seguridades" (Exhort. Ap. Evangelii Gaudium, 49).

La Iglesia, a través de las Obras Misionales Pontificias, lucha por suscitar en cada comunidad cristiana el deseo de salir de sus propias fronteras y sus seguridades, y remar mar adentro para anunciar el Evangelio a todos. En este sentido, La Jornada Mundial de las Misiones, el DOMUND, promovida por la Obra de la Propagación de la Fe, es la ocasión más favorable para que el corazón misionero de nuestras parroquias y de todas nuestras comunidades cristianas participe, a través de la oración, del testimonio de vida y de la comunión de bienes, en la respuesta a las duras necesidades de la evangelización.

Como siempre, invocamos la intercesión de nuestra Madre, la Virgen María, Madre de la evangelización, para que no se apague en nosotros el firme compromiso de anunciar y ayudar a anunciar el Evangelio a toda la humanidad.

La misión te espera. No mires para otro lado. Sé valiente.

Con todo mi afecto y gratitud.

*Obispo de Tui-Vigo