A partir de la idea de que lo municipal, frente a lo que no pocos tienen por costumbre, debería ser el reino de la sutileza -porque, de algún modo y como primer nivel de la democracia, ha de servir para ayudar y no desanimar-, no estaría de más que al tiempo se insistiese en cuidar de que no se confunda aquella virtud con tácticas que podrían caer en el engaño. Es el caso de la Fegamp, que viene de proponer la tasación de los inmuebles cuyos propietarios recurran contra el impuesto de plusvalía. Y, la verdad, dicho así, sin matizar, suena un poco a amenaza.

Visto desde su lado "bueno" habría que suponer que la Federación -presidida por un hombre honesto y serio- propone la idea como una garantía colectiva frente a la prepotencia de algunos concellos. Sobre todo a partir de la evidencia de que se han estado, o están todavía de manera más o menos camuflada, cobrando plusvalías -o sea, impuestos-, en cantidades indebidas. Y que la tasación, de ser objetiva, pondría las cosas en su sitio tanto para pretendidos beneficiados como para "paganos" condenados a la injusticia. Y, si es en ese sentido, bien.

Claro que siempre es posible -y en ese mundo de la fiscalidad de un modo más habitual- que alguien pretenda meter en la sartén a cuyo mango se aferra un motivo para buscar sin razón a quienes crea que lleven tiempo escaqueándose en las valoraciones. Aún así, la propuesta de la Fegamp se convertiría en una amenaza más o menos velada para quienes están en la frontera entre el pago o el recargo. Pero la "advertencia amenazadora" es, por definición, fea, y más si viene de la Administración, que aunque sea sólo con avisos, intimada a las gentes del común.

Es por eso -y porque, hablando de avisos y advertencias, ya se ve estos días a dónde se puede llegar por exceso o por defecto- es por lo que, desde la lealtad institucional, sería preciso plantear a los promotores de la idea una suavización de sus términos, porque quepa argumentar que siempre se hace lo posible para no pasarse, los ciudadanos ya no soportan más carga fiscal, sea del tipo que sea e incluso a veces a pesar de que desde el punto de vista literal tuviese alguna justificación. Y que, en definitiva, unos cuantos impuestos -al menos en su cuantía- resultan discutibles

De ahí que, retornando al introito de esta opinión, debiera recordarse algo más de lo que se hace la función pedagógica de la política. Incluso de la política fiscal porque es un hecho evidente que lo de "Hacienda somos todos" tiene tantos matices que se convierte en la práctica en una especie de colador por donde se pierde demasiada agua. Y no hay más que mirar alrededor para darse cuenta de que puede que la crisis ya esté pasando, pero el cabreo de la gente corriente perdura porque mantiene la sensación de que es ella la que suma el mérito y a cambio sólo recibe los palos. Y sin sutileza alguna.

¿Eh??