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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

La triple alianza

A poco que se reflexione con algún sosiego sobre el manifiesto constitutivo de la triple alianza -Galicia, Asturias y Castilla y León- en favor de integrarse en un Corredor ferroviario Atlántico de velocidad alta para mercancías, la primera observación es que aquí, y casi con tozudez, los hechos demuestran que buena parte del Noroeste peninsular suele funcionar, cuando funciona en común, con cierto retraso. Y se dice esto con intención benévola porque en realidad habría motivos -y precedentes- como para afirmar con rotundidad que no llegar a tiempo es ya casi un hábito.

(Alguien habrá -y quizá no pocos- que consideren impropio cualquier comentario que no se refiera a lo ocurrido ayer en Barcelona, pero es lo cierto que este antiguo Reino tiene ya que empezar a preocuparse de sus propios asuntos -sin perder de vista los de los demás, sobre todo en aquellos aspectos que le afecten de modo directo- siquiera para recuperar tiempo y peso perdidos. Y, además, no conviene olvidar que esto de la triple alianza tiene relación directa con otra -que se denominaría la triple entente- en la que se involucra directamente la "cuestión catalana".

Se cita esa relación porque se dijo, y nadie lo desmintió, que el apoyo de Madrid al Corredor Mediterráneo -con Cataluña, Valencia y Murcia- formaba parte de la estrategia para suavizar la insurrección y su posible contagio a base de medidas de fomento económico en una zona del país que hasta ahora concentraba una considerable proporción de las inversiones, tanto españolas como extranjeras. Y que ya desde los tiempos de Cuevas en la CEOE había sido señalada como "objetivo financiero" de primer orden. Mientras, aquí, sus colegas dormían, pero esa es otra historia.)

Ahora, lo que cabría es presionar -junto con Francia y Portugal- a fin de que ese segundo corredor, básico para utilizar comm'il faut la capacidad de los puertos atlánticos y así equilibrar un poco mejor la UE, se instrumentalice cuanto antes. Para lo que, por cierto, convendría incorporar a la alianza a Cantabria, gobernada por un pintoresco presidente que a muchos le recuerda a Sancho Panza en su tiempo de gestor de la ínsula Barataria. Y ya de paso -y nunca mejor dicho- añadir a los vascos, aunque ellos, con su proyecto de Y ferroviaria, lo tengan bastante más cerca y fácil.

De lo que caben apenas dudas es de que el ritmo reivindicativo -sin perder el oremus, como ayer mismo se decía- ha de acelerarse, porque es el único modo de intentar el recorte de distancias y llegar a tiempo al ejercicio de una competencia que, por muy leal que sea, no admite el último puesto. Y la tarea ha de ser colectiva, porque nadie entendería que en un asunto como este cupieran diferencias importantes -ni siquiera de matiz- que pudieran poner en riesgo el objetivo común. Que no puede ser otro que recordarle a Europa -y a "Madrid", dicho con todo respeto pero máxima claridad- que el Oeste peninsular también existe.

¿O no??

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