Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Joaquín Rábago.

Separatismos

Advertía el otro día con razón el ex primer ministro socialista francés Manuel Valls del peligro de que una hipotética independencia de Cataluña iniciase una incontrolable espiral de independentismos en Europa.

Hablaba de Euskadi, pero también del País Vasco francés, de la Italia del Norte, de Escocia, a lo que podría haber añadido bastantes otras regiones del Viejo Continente más o menos incómodas con el Estado del que forman parte.

Hablaba un político fracasado, hoy diputado independiente a la sombra de En Marche, el movimiento fundado por el presidente Emmanuel Macron, a cuya más que artificial mayoría dijo haberse sumado por "coherencia".

Cuando las palabras se devalúan hasta tal punto -¿qué hay de coherencia dar ese paso tras treinta y siete años de militancia socialista y no de puro oportunismo?- no hay que extrañarse de que muchos ciudadanos se sientan hastiados de la política.

Nunca reconocerán Valls ni otros como él la importante contribución a ese estado de cosas de partidos que prometieron defender unas conquistas sociales duramente obtenidas cuando aún existía el otro bloque y que luego no supieron o quisieron hacerlo.

Cuando unos partidos fallan -por no utilizar otro verbo más contundente- a sus electores, cuando incumplen lo que prometieron, ¿es de extrañar que esos se sientan engañados y se abstengan de ir a votar, o en su desesperación, se arrojen muchas veces en brazos de quienes falsamente les prometen el oro y el moro?

Lo vimos en Estados Unidos con la llegada a la Casa Blanca de un racista ególatra y mentiroso compulsivo, lo hemos visto en Francia con el auge del Frente Nacional de Marine Le Pen, en Alemania, con la entrada con fuerza en el Bundestag de la ultraderechista Alternativa para Alemania a costa de los partidos de la Gran Coalición.

Lo vemos en Italia con el partido de Beppe Grillo, Cinque Stelle, por no hablar de lo sucedido en Polonia, Hungría y otros países excomunistas de la Europa del Este o lo que pude ocurrir ahora en Austria.

No atribuya la izquierda la confusión de los electores solo a la demagogia de los "nacional-populistas", como hace, por ejemplo, nuestro Mariano Rajoy, sino trate de reconocer su parte de responsabilidad en la falta de respuestas coherentes, y no siempre de corte neoliberal, a la crisis.

Cuando el electorado solo ve crecer el desempleo, la inseguridad en el trabajo, las externalizaciones de empresas, el precariado, los recortes al Estado de bienestar, el estancamiento de las pensiones, es solo natural que muchos se sientan inseguros y abominen de esta globalización.

Mientras se agrava en todas partes la desigualdad porque las grandes empresas pagan mucho menos impuestos que quienes viven de su trabajo y los obscenamente ricos ponen a buen recaudo sus millones en paraísos fiscales, es lógico que crezca la irritación entre la gente.

Cuando los electores ven que no se les escucha, que no se los tiene en cuenta para nada, que todo se atribuye a factores externos incontrolables y que los partidos que siempre los defendieron parecen haberlos abandonado ¿debería extrañarnos que dejen de votar a la izquierda y se echen en brazos de quienes solo les ofrecen falsas soluciones?

Compartir el artículo

stats