De todo lo leído, visto y escuchado estas semanas previas al día 1 de octubre (1-O) hay dos cosas que me han hecho reafirmarme en una opinión ante lo que creo el "colofón del dislate".

Comenzaré por la entrevista en la cadena laSexta de Jordi Évole al presidente de la Generalitat, Sr. Puigdemon, la noche deldomingo día 24 y que recomiendo a los lectores que traten de recobrar si no la vieron. El periodista desnuda y tritura por completo la línea argumental del president, preso de sus enormes contradicciones y sobre todo deja clara la distinta vara de medir la aplicación de la ley según quién la promulgue. Si la aplica el Estado es represiva y si lo hace el Parlamento catalán conculcando su propio reglamento y acallando a la oposición tiene carta de naturaleza: es el "Aterriza como puedas" llevado al escenario político; es el fracaso democrático de todo un Parlamento que ha perdido los papeles, es el fascismo que avisa de lo que les espera a los no afectos; franquismo en estado puro.

El pobre nivel argumental, la escasez de recursos dialécticos del Sr. Puigdemon y su balbuceo incoherente y simploide ante la sagacidad, preparación, profesionalidad y rapidez mental del periodista, repito, es digno de verse y así mejor analizar las manos y las cabezas que dirigen áreas fundamentales del Estado en momentos de gran delicadeza. La conclusión que se obtiene del president en la entrevista es de igual calado que el análisis sereno de la actitud del Sr. Maduro en Venezuela.

La segunda viene del discurso del leendakari Sr. Urkullu durante los actos del Aberri Eguna en Euskadi. Concluye diciendo de manera solemne que el modelo de Estado ha fracasado en España.

Yo comparto la opinión del Sr. Urkullu aunque quizá no comparta con él las causas del fracaso institucional.

La Constitución Española que configuró un modelo de Estado autonómico y que fue el reflejo de unos políticos que aportaron generosidad y consenso para salir de la dictadura y establecer un marco de convivencia duradero ha sido un éxito evidente. El problema comienza cuando una gran mayoría asume el modelo para crecer juntos y convivir en paz y algunos sectores nacionalistas y oportunistas a base de conseguir trasferencias a cambio de votos para investiduras y aprobación de presupuestos llevan los estatutos al límite, con la complicidad y dejadez del propio Gobierno del Estado. El nacionalismo ha usado la Constitución y el autogobierno para adoctrinar hacia el independentismo a toda una generación de vascos y catalanes a caballo de unas transferencias que nunca debieron darse y de un dejar hacer que ha conducido en Cataluña a un claro intento de secesión impensable e inasumible cuando se elabora la Constitución.

No ha fracasado el modelo que era bueno y respetuoso con las diferentes culturas, costumbres, lenguas e idiosincrasias. Han fracasado sus señorías con el cambalache, chalaneo y mercadeo de votos para poder gobernar a costa de vender el alma al diablo. Los grandes partidos tienen mucho de que arrepentirse y están obligados a ir de la mano en la solución que han hecho difícil unos por actuar tarde y otros señor Sánchez con la ambigüedad. Ha faltado sentido de Estado.

Han ido desgarrando al Estado de competencias que el nacionalismo independentista ha utilizado sin recato alguno para adquirir la posición de nada, ya es bastante e incendiar la calle en Cataluña en un acto de una irresponsabilidad institucional flagrante. Este escenario no era el pactado en la Constitución de todos los españoles y solo todos los españoles pueden mediante mayoría cualificada cambiar ese modelo territorial. No estamos ni por Historia ni por tradición en las coordenadas de Escocia o Quebec. Somos una nación desde hace siglos, de las más antiguas de Europa y a día de hoy la tercera economía de la Unión Europea.

La pregunta que todos nos hacemos es qué pasará durante y después del día 1-O; ¿cambio de modelo?, ¿ceder más competencias?; ¿ignorar sentencias firmes de los jueces y no pedir ejecución de sentencias?; ¿mirar para otro lado?; ¿arrestar a los segundos de a bordo y no aplicar la ley a los máximos responsables?

Creo que la respuesta está en nuestra Carta Magna: hacer cumplir la ley y abrir un foro de consulta a todo el pueblo español depositario único de la soberanía.

Por cierto, recordar al Sr. Urkullu que en España no hay dos nacionalidades históricas, Cataluña y Euskadi; Galicia es por derecho propio la que sin duda atesora mayor legitimidad histórica, es la más solidaria y, por desgracia, la pagana de la fiesta de estas barbaridades que luego se priman con más dinero para el infractor de la ley y menos para el AVE gallego, entre otras cosas.