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Hacia menos carreteras y más 'hardware'

No cabe duda de la trascendencia para el desarrollo de un país de tener infraestructuras que permitan el desplazamiento de personas y mercaderías en el menor tiempo posible, en las mejores condiciones y con el mayor número de conexiones. Pero seguramente en España se ha producido, gracias al maná europeo, un cierto empacho de carreteras y vías del AVE -en ocasiones, con poco sentido, como prueba el hecho de que la segunda y la tercera ciudad del país (Barcelona y Valencia) no estén conectadas por alta velocidad- y se ha olvidado otro tipo de infraestructuras -las tecnológicas- que también son vitales, en especial en ese mundo digital y virtual cuya presencia se acelera sin remedio.

Son un factor fundamental para impulsar la competitividad de una economía, como apunta el Instituto de Estudios Económicos, que cita el último informe sobre la materia del IMD World Competitiveness para sacar los colores a España. Y es que el documento analiza la situación de las infraestructuras tecnológicas en 63 países, concretamente 21 indicadores entre los que destacan el gasto en telecomunicaciones, la extensión de la conectividad, los usuarios de banda ancha o las habilidades tecnológicas de la mano de obra. El resultado, como ha quedado dicho y como sucede en otras tantas cuestiones cruciales, como la educación, no es nada favorable. España ocupa el puesto número 28 de un escalafón liderado por Singapur, Países Bajos, Finlandia, China y Suiza. Además, se halla en el lugar 14 de entre las economías de la Unión Europea.

Por tanto, el país tiene serias deficiencias, en especial si tenemos en cuenta que se encuentra en una posición muy retrasada respecto de aquellos países con los que compite preferentemente, porque es a la UE a donde se dirige la parte sustancial de las exportaciones españolas. Disponer de unas buenas infraestructuras tecnológicas -y del personal suficientemente preparado para extraerle el mejor partido-es una condición imprescindible en la actualidad. Las empresas requieren extremar sus potencialidades en el mundo digital, que ya impregna toda la vida cotidiana, si quieren competir de tu a tu en unos mercados que cada día más están conectados, no a través de lo físico, sino de lo virtual. Ni que decir tiene que las nuevas tecnologías y su aplicación suponen también un factor clave para incrementar la productividad de las empresas, que es una cuestión esencial de supervivencia y crecimiento empresarial.

A este respecto, cabe preguntarse qué influencia tiene en la poco decorosa posición española en el citado escalafón el hecho de contar con un tejido empresarial ciertamente muy atomizado por un predomino aplastante de las pequeñas compañías. Es verdad que un tamaño reducido no es óbice para tener presencia en el mundo digital. De hecho, hay pymes punteras en el uso de las tecnologías. Lo que no está claro es que el común de las firmas más menudas disponga del empuje, el liderazgo y la capacidad financiera para aplicar, desarrollar y aprovechar las infraestructuras tecnológicas. ¿No deberían hacer algo al respecto las administraciones?

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