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Viajeros y turistas

Dos especies distintas en ruta

Con la excepción de algunos destinos, para mí especiales, nunca he sido un gran entusiasta de los viajes. Demasiados inconvenientes en nuestros tiempos: enormes masas en movimiento, vulgaridad generalizada, un homogéneo barniz internacional que todo lo cubre, los aborrecibles aeropuertos, la cola universal, colas para todo, incluso para contemplar lo más valioso un breve instante.

Otras las condiciones del pasado, cuando viajar era un honor, sobrevivía una rica cultura campesina y popular, las ciudades eran habitables y la lentitud del desplazamiento permitía reconocer a los dioses Lares de las rutas y detenerse, sin la preocupación de un obligado destino.

Pertenecen a especies distintas el viajero y el turista. "Viaje," deriva de "viático" provisión para la jornada. Lo previo es la provisión de estudio, amor e imaginación y tan importante es que realmente convierte al viaje en anagnórisis, en reconocimiento de lo ya sabido. Álvaro Cunqueiro comprobó, al visitarla, que Bretaña imitaba a la soñada en las "Crónicas del Sochantre" hasta el detalle. Lezama Lima, "El Viajero Inmóvil" escribió páginas luminosas, que no marchitarán sobre la pintura italiano del renacimiento o el Egipto faraónico, sin salir de la Habana. Kant abarcó a la humanidad sin abandonar Königsberg y Heidegger que habitó las entrañas de la lengua griega, visitó Grecia ya anciano, una guinda en el edificio de su pensar. Y es que todas la puertas se abren ante la pasión intelectual de conocer y la imaginación poética que permiten alcanzar lo esencial sin un movimiento, en cierto sentido tautológico, que solo completa los detalles o, a lo más, una cierta atmósfera. Añadamos que una característica esencial del viajero es su índole perversa (etimológicamente, intensidad en la dirección) repetitiva de los caminos que a cada uno importa.

Por el contrario, el hoy está dominado por el turista, una de las palabras más tristes del idioma, turista es el que da vueltas , vueltas en torno a sí mismo. Como se ve en la práctica del selfi, el mundo entero no tiene otra función que servirle de fondo.

Sin o con un viático insuficiente emprende su bulímica marcha y traga, moderno Gargantúa, un país tras otro con una preferencia por lo que cree exótico, en una búsqueda patética de una "Experiencia original" obviando que su esencia es el ser llevado, que la abundancia de sus rutas lo conduce a la tri.via.lidad, a ser un experto en la superficie de las cosas "Quisquis ubique habitat, nusquam habitat" (Marcial) (Quien habita en todas partes, no habita ninguna).

En fin, mientras no llega el control de las plagas millonarias de langostas turísticas, busquemos el frescor de Bibliópolis, la ciudad sin fin de los libros, donde uno puede viajar con una profundidad y una emoción que lo reconcilian con la humanidad.

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