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De vuelta y media

Calixto

El matrimonio Díaz-Calvo creó en los años 20 un modesto bar que entró en el paraíso de la gastronomía por su reputada cocina

"Si no te gusta la comida vete a Calixto".

Esta frase hizo fortuna en algunos hogares pontevedreses, cada vez que el niño follonero se cerraba en banda delante del plato servido, o el adulto remilgado ponía alguna pega al menú familiar. Las sufridas madres tributaron este reconocimiento espontáneo a un bar-restaurante que fue sinónimo de buena cocina y atento servicio durante medio siglo largo.

El origen de esta casa de comidas hay que buscarlo a principios del siglo XX en la calle del Progreso, junto a una cochera, con herrador y veterinario para los caballos. La Viuda de Díaz regentó con la ayuda de sus hijos Calixto y Evaristo un servicio de transportes de viajeros y mercancías, que dispuso de un concierto oficial para el traslado del correo.

A la sombra de aquel negocio nació a finales de los años 20 el Bar Calixto de la mano de Mercedes Calvo Moldes y Calixto Díaz Pedras para saciar el apetito de algunos viajeros. Ella en la cocina y él en el mostrador: una gran mujer detrás de un gran hombre, al igual que en tantos otros casos muy parecidos. Lo mismo ocurrió después con el matrimonio Díaz-Paredes, que tomó el relevo familiar.

Los inicios de Calixto guardaron bastante semejanza con los comienzos de El Castaño, otro lugar emblemático de cocina casera, tanto por la fecha de apertura, como por su origen matrimonial y, sobre todo, por la popularidad de los campeonatos de llave al aire libre en sus huertas traseras.

A partir de 1932 empezó a anunciar sus cenas de carnavales a precios económicos -"siguiendo la costumbre de años anteriores"-, que incluían tres productos estrella con denominación de origen: lacones de Sarria, chorizos de Cantimpalos y grelos de Santiago. Y para un buen acompañamiento disponía de vinos del Ribeiro, blanco y tinto, del cosechero Antonio Freijido.

El Ayuntamiento autorizó a Calixto Díaz Pedras en octubre de aquel mismo año una "reforma interior". Ese primer arreglo del local marcó su trayectoria posterior e hizo de punta de lanza a una incipiente popularidad.

El 22 de enero de 1933 sirvió una memorable comida-homenaje de la Asociación de Peluqueros de Pontevedra a Vicente Barreiro por su gran triunfo en un concurso de peinados femeninos en Madrid. Aquel día comenzó a escribirse la leyenda de Calixto.

Dada la impronta del gremio, asistió mucha gente y el ofrecimiento corrió a cargo de su presidente, Antonio Hereder Solla, no podría decirse si mejor peluquero que gastrónomo o viceversa, quien ensalzó la figura de su maestro en el manejo de la tijera. Todo el mundo lo pasó en grande y quedó encantado con aquel banquete.

A mediados de los años 40, Calixto ya era sinónimo del buen comer hasta tal punto que su publicidad se centraba únicamente en su nombre a secas, sin ningún otro aderezo. Como si no hubiera en esta ciudad otro Calixto más que Calixto Díaz Pedras; o como si todo el mundo tuviera la obligación de saber en dónde estaba ubicado aquel bar. Él fue quien primero se permitió tal lujo en Pontevedra: solo un nombre como marca de calidad.

El mérito contraído por Mercedes Calvo no resultó menor, puesto que aquella mujer fue en sí misma una escuela de hostelería, que transmitió los secretos de los platos más apreciados por sus clientes a Camilo y a Paco. Ellos se convirtieron de su mano en magníficos chefs y tras su fallecimiento en 1969, mantuvieron vivo su magisterio en los fogones del restaurante hasta el último día. Algo parecido ocurrió con los camareros Liso, Ramón Antonio, Eduardo, Amador, Pepe y algunos otros nombres que no recuerda bien hoy Tito Díaz Paredes porque todavía era un niño.

Lamprea a la bordelesa, salmón papillot, perdiz en su jugo, cabrito asado, rosbiff y, naturalmente, la merluza del pincho de buen tamaño, con un limón en la boca, que lució tantas veces. A su lado una buena centolla, un plato de cigalas, unos camarones o unas ostras?..Aquel escaparate de Calixto era un clásico de vistazo obligado, al igual que las carteleras de los cines en los Soportales de la Herrería, pero en versión gastronómica autorizada para niños y mayores.

Cocina de temporada con lo mejor y más fresco del mercado a diario. Eso distinguió a Calixto durante años y años, tanto en su primera como en su segunda etapa con Calixto Díaz Calvo y su mujer Marina Paredes Fernández al frente del negocio familiar, que reforzó su cercanía a una clientela fiel.

La muerte prematura de su padre en febrero de 1952 cambió el rumbo de Tito Calixto cuando tenía 21 años y cursaba estudios de Medicina en Santiago. Sin pensarlo mucho, "dejó la Anatomía por disecciones más apetitosas, imponiéndose por su prepotencia y sutil habilidad de gallego fino, marchamo hereditario de su progenitor".

Tata Pico retrató a su amigo de esa guisa en una aguda semblanza, donde también resaltó su bonhomía, su mano izquierda y su entusiasmo por el balompié. Por eso entró en la directiva del Pontevedra FC y fue tesorero en la junta que encabezó Miguel Otero en Primera División con el hai que roelo.

Una cena al aire libre en verano bajo la parra de su patio trasero era una bendición del cielo, pero en invierno nunca podía utilizarse y el local perdía cabida. La cubrición resultó inapelable. Calixto multiplicó entonces su aforo con un gran comedor estilo tirolés, que llevó la firma del inefable Carlos García Mourón. Así permaneció hasta su cierre.

Cualquiera sabe ahora si Tito Calixto era o no millonario a principios de los años 60 a cuenta del restaurante. Sea lo que fuere, pasó a convertirse en millonario de verdad el 5 de junio de 1961porque así lo quiso la diosa fortuna. Aquel lunes al mediodía supo que acababa de ganar un millón de pesetas en el sorteo de la lotería gracias a unos décimos encargados en Vigo. La buena nueva llegó cuando se encontraba -¡cómo no!- sirviendo comidas y atendiendo a unos y a otros.

"No me pregunte -respondió al legendario reportero Sprinter- que voy a hacer con el dinero. Primero tengo que acostumbrarme a verme y considerarme un millonario. Pero seguiré trabajando exactamente igual".

Eso dijo y lo cumplió. También declaró en otra ocasión postrera que le gustaría que algún hijo suyo continuase con el negocio familiar. Eso no ocurrió por distintas vicisitudes y el Bar Calixto no tuvo continuidad con la tercera generación, al igual que ocurrió con El Castaño. No obstante, su recuerdo permanece inalterable en la intrahistoria pontevedresa.

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