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Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

¿Cuánto se debe aquí?

Observan los analistas de Bloomberg -expertos en dinero- que el sentimiento independentista en Cataluña ha decaído levemente durante los últimos cuatro años, a medida que mejoraba la economía y bajaban las cifras de paro. Al final (y al principio) todo es cuestión de pelas. Lo que interesa a la gente es el importe de la cuenta que todos pedimos con un temeroso: "¿Cuánto se debe aquí?".

Si los estragos de la crisis provocaron el nacimiento de un partido comunista a la vieja usanza, como Podemos, no habrá de extrañar que también hayan hecho crecer la pasión secesionista. Hasta un 48,5 por ciento de los catalanes encuestados se declaraban a favor de la independencia en 2013, coincidiendo con el punto culminante de la recesión. Desde entonces, la cifra ha ido bajando a medida que aumentaba el empleo, según hace notar Bloomberg en su cruce de datos.

Nada nuevo. En tiempos de turbación, la gente tiende a buscar un chivo expiatorio que, normalmente, es el judío. Como en España no hay apenas judíos a los que echar la culpa, el cabeza de turco ha sido la democracia burguesa -en el caso de Podemos- y la propia España, en el de los nacionalistas partidarios de la soberanía de Cataluña, que son el 41 por ciento. Aunque podrán ser menos o más, dependiendo del viento y la circunstancia. Ahora mismo ese porcentaje estará creciendo al calor de las emociones patrióticas del 11 de septiembre y del inminente referéndum de autodeterminación.

La economía influye un montón sobre las ideas y, particularmente, sobre las creencias y sentimientos. En el caso catalán, la razón última que se esgrime para la independencia -aunque no la única- es la superior riqueza del país que los nacionalistas se niegan a compartir con el resto de España. En el de Escocia fue el descubrimiento de un mar de petróleo en sus costas lo que llevó al poder a los separatistas del Scottish National Party, de presencia casi marginal hasta entonces. Algo les ayudó a mayores el estreno de la superproducción norteamericana Braveheart, por más que no fuese ese -sino el lícito negocio- el propósito del australiano Mel Gibson.

Las finanzas ejercen su influencia también en sentido inverso. Es fama que la religión en sus diversas formas -incluida la política- decae grandemente a medida que aumenta el producto interior bruto y, por tanto, la riqueza disponible de un país. Cuanto mejor se vive en este mundo, menor es la tendencia a buscar refugio en paraísos generalmente situados en un imaginario más allá: bien sea el paraíso del proletariado, bien el de la patria o el que prometen los clérigos.

Quizá eso explique la crecida -espectacular- del sentimiento independentista en Cataluña durante los años de la crisis y la suave bajada que se produjo, según anota Bloomberg, con la lenta recuperación de la economía.

George Brassens, francés y encima cantante, alardeaba de su costumbre de quedarse en la cama cada vez que oía las trompetas del día de la fiesta nacional; pero lo suyo era una excepción. Más bien es mayoría la gente a la que le encanta entonar el himno de su tribu mientras se lleva la mano al pecho, justamente a la altura del bolsillo de la cartera.

Infelizmente, son muchos los políticos dispuestos a robar carteras mientras agitan las banderas; y la experiencia sugiere que la pasta se la llevan siempre los mismos. A los paganos solo nos queda preguntar por la cuenta.

stylename="070_TXT_inf_01"> anxelvence@gmail.com

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