Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Bombones sin alcohol

Los belgas están que trinan ante lo que consideran el penúltimo arañazo del multiculturalismo. En este caso, la decisión de la empresa que produce los chocolates Godiva ("regalo de Dios", en la versión latina del nombre anglosajón 'gift of God') de dejar de fabricar bombones con alcohol.

Fundada en 1926 en Bruselas por Joseph Draps, quien abrió la primera boutique en la Grand Place bajo su nombre actual, en honor de la leyenda de Lady Godiva, la marca cuenta con 450 boutiques y tiendas diseminadas por el mundo.

Hace diez años, su actual propietario, el holding turco Yildiz, compró la enseña belga a la Campbell Soup Company. Yildiz es propiedad de la familia Ülker, que da nombre al principal fabricante de productos alimenticios de Turquía (58 fábricas distribuidas por una decena de países, 41.000 empleados y artífice de que dos de cada tres galletas industriales que se consumen en el mundo sean turcas).

La decisión de suprimir el alcohol en los bombones de chocolate ha motivado que las preguntas se agolpen: ¿se trata de agradar al publico musulmán? A lo que el grupo turco ofrece una respuesta ajustada al método Ollendorf: "Los bombones con alcohol son solo para adultos y nuestra voluntad es ofrecer nuestros productos de forma universal al mayor panel posible".

Todo parece indicar que los que ahora claman por el boicot a Godiva no se habían enterado de que, desde 1967, el negocio es propiedad de la Campbell Soup Company.

Tras revendérsela a los turcos en 2007, la multinacional de la sopa; a la que Andy Warhol identificó como la encarnación del espíritu popular y consumista americano; justificó la desinversión con una de esas frases rimbombantes con que se despachan estas operaciones y de paso espantan a los curiosos: "El negocio de bombones de lujo no encaja con el enfoque estratégico de Campbell en las comidas sencillas".

Con lo fácil que hubiera sido decir que la sopa y el chocolate tienen pocas cosas en común y escasas posibilidades de encontrarse.

Curándose en salud, los turcos dicen que esta reorganización estratégica tiene que ver con la edad del consumidor, pero esto no cuela entre clientes mosqueados que ven cómo las pretensiones mahometanas van socavando tradiciones occidentales.

Las redes sociales se han hecho eco del boicot a esta marca señera, que durante tantos años ha sido una de las joyas identitarias de la corona, embajadora de la gastronomía belga (junto a la cerveza Stella Artois y las gambas grises de Ostende), souvenir típico del país y uno de los escasos consensos vivos, junto a la selección belga de fútbol, en la querella existencial entre flamencos y valones.

Cabe pensar que la decepción de los belgas no se deba tanto a la restricción del alcohol como al descubrimiento tardío de que la marca Godiva dejó hace tiempo de ser 'patrimonio nacional' y es ya una enseña turca. Y bordeando el paroxismo, lo consideran una traición mientras denuncian el "desmantelamiento de nuestra cultura y la economía de nuestro país".

Cuando era niño, atacábamos las cajas de bombones que llegaban a casa -en contadas ocasiones- dejando para el final los que tenían alcohol. Sin embargo, nunca he sido partidario de mezclar el alcohol con el chocolate porque, se altera el sabor del cacao y el perfume del alcohol se apodera del gusto.

No obstante, conozco a auténticos científicos del chocolate -los amantes del licor son legión- que mantienen su fidelidad al apareamiento de los espirituosos con el cacao.

La intensidad del descontento con los efectos secundarios del multiculturalismo va subiendo de tono y el debate se adentra en consideraciones tales como que un cambio de propietario no implica que deban prevalecer las convicciones religiosas sobre los intereses comerciales. Bien al contrario, las firmas deben plegarse a las exigencias del mercado. No tiene mucho sentido que le quiten el alcohol a los bombones por motivos económicos, pero que sea por motivos religiosos... no deja de ser un atrevido desatino.

Para la sensibilidad occidental, que se manifiesta con creciente inquietud, se están acabado los pequeños acomodos y la ingenua tolerancia. La réplica consiste en defender patrimonio, cultura y valores, parar la invasión solapada y exigir a los políticos que no se comporten como "juguetes de peluche" con los mahometanos que eligen nuestros países como destino.

Como si se tratara de un Madrid-Barça, la competición está servida en un cuadrilátero en el que pelean dos grandes: Godiva y Lindt, la prestigiosa chocolatera suiza. La legión de amantes de este afrodisíaco, se reparte entre ambos. Y a los nostálgicos belgas que han desertado, les quedan otras enseñas, como Leónidas -que sigue utilizando el grano de cacao- y Neuhaus, marcas perfectamente adaptadas a sus costumbres.

El mantenimiento del dibujo de la condesa sobre el caballo (Lady Godiva) puede ser la piedra de toque que desvele las intenciones de los nuevos propietarios. ¿Le pondrán ropa a la mujer desnuda, seña de identidad de la marca? ¿Cambiarán las icónicas cajas doradas?

De momento, el recuerdo de las tiendas con el chocolate mantenido en cámaras de frío y vendido al peso en preciosas cajas doradas, como si fuese joyería, está perdiendo fulgor en el bazar global pues, gracias a una oferta amenizada en las grandes superficies, se puede encontrar la marca Godiva cerca de las cajas registradoras, al lado de los chicles y las maquinillas de afeitar.

Tras las observaciones críticas sobre nuestra forma de vestir y vivir, la supresión del jamón en las cantinas escolares y de la cruz en la publicidad de una gran distribuidora continental; la excitación con las secuelas del multiculturalismo coincide con una activación de la tutela de los valores occidentales.

Y estas fruslerías no dejan de ser efectos secundarios. En este caso, los bombones sin alcohol.

Compartir el artículo

stats