A pesar de que hablar de lo que se entiende más bien poco siempre implica el riesgo de quedar mal, llama la atención la -por lo menos en apariencia- poca importancia que algunos "media" otorgan al asunto de las plagas. Excluída, claro, la de la política, que a pesar de ser voluntaria, tiene efectos muchas veces devastadores, pero a la que la comunicación dedica un inaudito porcentaje de espacio, tiempo y consideración. Y no se trata de comparar, en absoluto: solo de hacer notar que, con frecuencia, este país no acaba de diferenciar bien sus problemas.

Pero volviendo a lo de las plagas, y en referencia ya a las de la agricultura, que son ahora las que parecen azotar con mayor frecuencia a Galicia sin que al menos en términos de gran público -que es al que pertenece este ciudadano que les escribe- se haya dado aún una explicación razonable ahora que se acerca el tiempo de las cosechas, y pese a que la cosa pinta bastante mal. Y no solo porque son bastantes los males que aquejan a montes -que los incendios son también una plaga, pero de otra especie- prados, árboles, sembrados y viñedos sino también porque su coincidencia aumenta muy notablemente los daños.

Y no se trata de exagerar, ni de crear una alarma social infundada o de echar leña a una situación general tan confusa -pero por obra humana- que a veces parece pórtico de grandes males. Pero es que entre la avispa asiática que en alianza ocasional con el granizo ataca la vid, el bicho de no se dónde que daña los cítricos y la extraña pulga que ha destruído la patata en zonas de Lugo, este ha parecido un año maldito. Y como pocos saben por qué, la culpa empieza a recaer en el cambio climático, aunque quizá haya otras causas.

En este punto, y para evitar que alguien vaya a lo fácil y repita aquello del "piove, porco goberno", no estaría de más que alguno de esos abundantes "expertos" que en este país aparecen después -siempre después, eso sí- de que pase algo malo, pudiesen explicar si esas plagas se deben a causa natural, si por alguna razón específica evitable, si por falta de control o por qué diantre. Y a la vez opinar acerca de si los daños se podrán recuperar posteriormente, siquiera para tranquilidad de los afectados directos y del público en general.

Resulta posible que entre los lectores alguno se extrañe de que se trate esta cuestión en un espacio habitualmente dedicado a la opinión sobre otro tipo de acontecimientos, políticos stricto sensu. Pero es que las plagas agrícolas pueden, o no, estar relacionadas con modelos concretos de aplicación de programas públicos, y ya está bien de que aquí se cuente el cuento de la buena pipa. Que es aquel que se repite una y otra vez sin que sirva, a partir de determinado momento, ni siquiera para entretener sino, demasiadas veces, para exasperar la paciencia más resistente.

¿Verdad?