Los que esperaban que la sinrazón terrorista metiera en razón española a los independentistas catalanes eran ingenuos. Los independentistas tienen una causa mayor, única. En la esgrima de espetos en busca del ascua para su sardina quedó claro que no hay mal que por bien no venga. Cuando toda crisis es una oportunidad hay males que vienen bien.

No es raro que una manifestación sea para manifestarse. La de Barcelona contra el terrorismo yihadista fue unitaria (ahora, transversal) por la paz, aunque faltaron las misses, sus paladines en el mundo. Pero fue fragmentaria para la unidad de los españoles, porque es inaceptable para los independentistas en toda circunstancia.

¡Cómo desaprovechar la ocasión de enseñarle al mundo atento a las pantallas el afán de independencia! Los "mossos d'esquadra" han sido el símbolo de la respuesta (¿a la pregunta de por qué jóvenes criados en Cataluña, España, atentan contra paseantes de las Ramblas?).

Queda demostrada la solvencia de los "mossos", un cuerpo policial como el de Los Ángeles, expeditivo reduciendo ciudadanos en los días de paz y bajando terroristas en los de guerra, con un jefe que responde en dos lenguas, la del país y la de una parte de la población. Trapero es un latino bien integrado.

Entre tanta gente que va a la manifestaciones hay de todo, hasta un rey, especie mucho menos abundante en ejemplares que la independentista. Manifestar es expresar. "La libertad de expresión por encima de todo", han dicho Puigdemont y Colau, que nunca, nunca, la pondrán por debajo de cualquier cosa. Ojo.

La frase "no se magnifiquen los abucheos" traduce al politiqués aquella de Gila: "Si no sabe aguantar una broma, márchese del pueblo".