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Joaquín Rábago.

El largo brazo de Erdogan

Debo confesar que me causó gran turbación e incluso me sentí por un momento avergonzado de mi país al enterarme en Berlín de la detención en España de un escritor y un periodista turcos.

Ambos sucesos, sobre todo el relativo al escritor Dogan Akhanli, que tiene la nacionalidad germana, han tenido gran eco en Alemania, donde, dada la fuerte inmigración turca, se vive muy de cerca el creciente autoritarismo del Gobierno de Ankara.

Can Dündar, conocido periodista también de origen turco que vive exiliado en Alemania, a donde huyó después de que durante un receso del juicio que se seguía contra él fuese objeto en la vía pública de un atentado, ha criticado la situación de sus compatriotas, que califica de "absurdo kafkfiano".

Akhanli fue detenido por la policía española, siguiendo un aviso de Interpol, el 19 de agosto, el mismo día del mes, como recuerda Dündar, en que fue asesinado por los fascistas Federico García Lorca, cuya casa en Granada aquel había visitado el día anterior.

Cinco policías se presentaron de mañana en la habitación del hotel donde se alojaba con su compañera y, tras comprobar su identidad, se lo llevaron.

Akhanli, que tiene ahora la nacionalidad alemana, se vio involucrado en 1989 en un proceso por robo con homicidio y buscó algún tiempo después asilo político en Alemania, donde comenzó una nueva vida y se convirtió en escritor.

Cuando, veinte años más tarde, supo que su padre estaba gravemente enfermo, volvió a su país y, nada más pisar suelo turco, fue nuevamente detenido.

Tras pasar cuatro meses en prisión preventiva, fue finalmente absuelto en 2010 por la justicia después de que el hijo del hombre que había supuestamente asesinado negase que fuera el autor del crimen que se le imputaba.

La absolución fue, sin embargo, revocada tres años después por una instancia judicial superior, y Ankara pidió nuevamente a Interpol su busca y captura.

Es similar el caso del periodista turco residente en Suecia Hamza Yalcin, a quien la policía española detuvo en el aeropuerto de Barcelona y que sigue en prisión por decisión de la Audiencia Nacional, que le denegó la libertad provisional alegando el supuesto riesgo de fuga.

Hamza Yalcin, socialista y miembro de la asociación de escritores suecos, estuvo varios años en las cárceles turcas y, tras dos absoluciones, fue condenado también por una instancia superior a cadena perpetua.

Desde 1984 vive como refugiado político en Suecia, donde publica la revista Odak ("Fokus"). El Gobierno de Ankara le acusa de terrorismo, como hace con todos los críticos con el régimen, y reclama a España su extradición.

Su colega Dündar, que dirigió el conocido periódico de centro-izquierda Cumhuriyet hasta su detención y juicio por publicar una información sobre el envío de armas turcas a Siria, se pregunta por qué internet no distingue entre terrorismo y delitos de opinión.

Y sobre todo por qué España parece colaborar con el Gobierno de Erdogan aunque sabe perfectamente, escribe Dündar, que lo ha sufrido en carne propia, que en ese país no existe una justicia independiente y se persigue como terroristas a los disidentes.

Los dos detenidos han pasado años en dos países democráticos como Alemania y Suecia, que hace tiempo podrían haberlos si tuvieran fundamento las acusaciones de Ankara, pero han tenido que viajar de vacaciones a España para encontrarse otra vez con el largo brazo de Erdogan.

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