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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

La imagen

Probablemente, lo peor de lo que ha ocurrido estos días con el overbooking de visitantes a las islas Cíes no es el daño, injusto e inadmisible, que se ha causado a cientos de personas, sino la imagen lamentable que se ha dado de este antiguo Reino. Y no se pretende exagerar aunque a alguien pueda parecérselo: es cierto que un caos no hace ciento, y que mientras en el tesoro isleño del país se evidenciaban defectos intolerables, muchos otros puntos de interés eran ejemplos de eficacia, pero las Cíes son las Cíes. O era eso lo que se decía y defendía -con razón- hace apenas dos meses.

Y es que no se dice lo que se deja dicho por afán de crítica o por fastidiar, sino porque aquí se abrió en su momento un debate -cerrado afortunadamente en breve plazo y desde el sentidio común- en el que se afirmaba el papel decisivo de las islas que protegen la ría de Vigo en la petición del conjunto de las Atlánticas como Patrimonio de la Humanidad. Y mal servicio se le ha hecho a esa legítima aspiración con el espectáculo ofrecido a cientos de visitantes. Por eso se habla de la imagen, que pocas veces como esta ha sido mejor -o peor- que mil palabras.

La falta de control, el desprecio a la normativa y la evidencia de que la creación de estructuras administrativas ad hoc -en este caso un Patronato- no garantizan éxitos ni siquiera funcionamientos adecuados, deberían mover a la Xunta a algo más que anunciar expedientes a las empresas que atienden el transporte a las Cíes. Porque antes de eso. y desde hace mucho, tendría que habérsele exigido un cuidado y una tutela que es obvio que no existía. O que era más que deficiente, aunque se replique aquello de que "una golondrina no hace primavera".

Tampoco se pretende buscar culpables, sino responsables, que suena parecido pero no es lo mismo. Y que deben afrontar las consecuencias, aparte del enfado de los ciudadanos cuyos derechos han sido dañados, porque puede haberlas y de diferentes tipos. Todos perjudiciales, claro. En ese sentido, la Administración gallega tiene que compensar, con hechos contundentes, el "espectáculo" de incapacidad para gestionar como hace falta un tesoro natural cuya declaración como Patrimonio de la Humanidad atraería muchos más visitantes que un caluroso weekend.

Y que nadie se engañe ni pretenda conformarse con cubrir el -o los- expediente, y nunca mejor dicho. A la Xunta, que visualiza a toda la Administración gallega, le corresponde responder al episodio con la contundencia debida y la agilidad que no se viene demostrando precisamente en los episodios que más la necesitan. Los afectados, todos aquellos que, en posesión de billetes que legítimamente habían obtenido y pagado, debieran - por iniciativa del ejecutivo autonómico y a costa de los que hicieron lo que no debían- ser invitados a conocer un marco incomparable y que regresen a sus lugares de origen hablando de lo bien que se les ha tratado y lo mucho que disfrutaron. Eso, para empezar a rehabilitar la imagen tercermundista dada.

¿O no?

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