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Joaquín Rábago.

Respuesta al terrorismo

Condena general del brutal atentado de Barcelona. Y a la vez, inquietud por nuestra indefensión ante el tipo de armas utilizadas últimamente por los terroristas. ¿Vamos a continuar, sin embargo, por la senda de lo que algunos llaman ya la "israelización" de Europa como respuesta a la amenaza de esos fanáticos, a quienes hasta las hienas repudiarían? ¿Se instalarán más cámaras en todas partes, más controles en las calles y locales púbicos, más bolardos para impedir el paso de los vehículos en las aceras? ¿No es lo que quieren precisamente los terroristas?

Mantengamos, pese al dolor y la rabia, la cabeza fría. No se trata de seguir flagelándonos con la responsabilidad de Occidente, que la tiene, en la actual situación del mundo árabe. Pero habría que hacerse algunas preguntas, como qué habría ocurrido si el presidente George W.Bush no hubiese decidido, en respuesta a la enormidad del 11-S, declarar la "guerra global" al terrorismo.

Cuando se declaró aquella guerra, los objetivos terroristas se circunscribían a un rincón del Afganistán tribal, protegidos por unos talibanes que, sin simpatizar con Osama bin Laden, le dieron hospitalidad y rechazaron los 25 millones de dólares que EEUU ofrecía por su cabeza. Tal vez, sin embargo, con más diplomacia y paciencia, algo de lo que tanto carece Estados Unidos y no sólo ahora con Donald Trump, nos habríamos ahorrado mucho de lo sucedido.

Más tarde vinieron otras guerras, que convirtieron Irak, Siria y Libia en Estados fallidos, hábilmente aprovechados por un Estado Islámico que detesta todo lo que, en cuanto a libertades, significa Occidente.

Podríamos hacernos esas preguntas y otras más como el sentido que tienen las matanzas de tantos centenares de inocentes musulmanes por los drones de EE_UU en sus operaciones contra los sospechosos de terrorismo, a quienes se elimina sin previo juicio. Podríamos preguntarnos también por qué no hay un rechazo mucho más contundente por parte del mundo islámico cuando se producen atentados como los de Barcelona, París, Berlín, Londres, Madrid... Aunque se nos dirá que atentados aún más sangrientos ocurren a diario en los países árabes.

Pero no podemos dar marcha atrás al reloj de la historia. Y de poco serviría además flagelarse. Lo único que cabe es plantarle cara a ese ciego odio terrorista sin dejar que ni el apasionamiento ni la rabia nos nublen la razón. Es mucho lo que está en juego para dejarnos intimidar por unos cobardes asesinos que sólo toman el nombre de Alá en vano.

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