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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

La renta

Así que, cuestionado -por no decir que negado del todo- como está el viejo refrán según el cual lo medible no es opinable, habrá que tratar de ponerse de acuerdo en cuál será la medida aceptable para que cada punto de vista sea a su vez admitido -aunque no se comparta- sin condenar a sus autores al ostracismo. Y, francamente, lo mejor -aunque a veces sea enemigo de lo bueno, como advirtiera el filósofo- será dar por bueno que las cifras encuadradas y aprobadas por las estadísticas autorizadas son el marco posible en el que la prudencia aconseja moverse.

Es verdad que incluso en tan serios documentos puede hacerse algún "juego de manos", pero el riesgo de que sea descubierto resulta tan serio para sus autores, y más teniendo en cuenta que ahora se revisan por interventores nacionales y comunitarios, que solo los muy arriesgados -o los más desesperados- entre los gobiernos se jugarían su existencia falseando las cuentas. Aunque, eso sí, y a modo de subterfugio, las interpretaciones se inventaron para maquillar la realidad.

Y en ello -en el subterfugio- andan algunos en lo que se refiere a la progresión económica de Galicia. Que es evidente y solo los muy miopes o los más sectarios discuten, aunque tengan como contrapeso el de los exégetas gubernamentales, que hallan "excelente" cualquier cosa aunque se vea que no lo es del todo. Como lo de la renta per cápita gallega, que se acaba de conocer: ha aumentado de un modo muy notable, pero está aún por debajo de la media estatal. Como los salarios, dicho sea de paso.

Puede aplicarse, naturalmente, ante esa situación la vieja tesis de la botella medio vacía o medio llena, pero no resuelve el asunto de fondo: reduce las distancias de una forma insuficiente, a una velocidad regular y sostenida. Y que eso quiere decir que persisten defectos estructurales profundos y que para resolverlos es preciso, por una parte, alargar la mirada y, por otra, elaborar planes no sometidos en su contenido sustancial al periódico vaivén de los resultados electorales.

En este punto cabe la réplica de que lo que más se necesita en este antiguo Reino es precisamente aquello que más escasea: espíritu de lo común. Que manteniendo las lógicas diferencias de visión y programa, permita hallar un terreno en el que las verdades absolutas -y algunas hay- se admitan por todos. Por ejemplo, que la demografía amenaza al país como tal o que la renta debe repartirse mejor. Pero con un Gobierno a veces prepotente y una oposición casi siempre cortita, es aún más difícil.

¿Eh...?

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