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Ceferino de Blas.

Hay tiempo para rectificar un mal comienzo

(El pergamino Vindel debe exponerse en el lugar idóneo: el Marco)

En febrero de 1917, Avelino Rodríguez Elías, segundo cronista oficial de Vigo, proponía que se comprase el pergamino Vindel. Hacía tres años que el anticuario madrileño de ese apellido había encontrado, por azar, al despegar el forro de un libro de Cicerón, el documento que contenía las siete cantigas de Martín Codax, seis de ellas musicadas. Era un descubrimiento impar.

Pero por trascendente que fuera el hallazgo, el impacto popular fue nulo, y quedó reducido a cuatro eruditos. Los vigueses tuvieron más suerte, ya que este periódico publicó en portada el artículo de Rodríguez Elías "Martín Codax. Una gloria viguesa", en el que daba la noticia del hallazgo y proponía su adquisición.

Nadie le hizo caso, y el pergamino, uno de los documentos más valiosos de la bibliografía medieval europea, después de ser adquirido por un musicólogo español, profesor en Upsala, siguió su ruta extraña hasta acabar en poder de la Morgan Library de Nueva York.

Ahora, 103 años después de su recuperación por el anticuario Pedro Vindel, que le da nombre, el pergamino llega por vez primera a Vigo, su lugar natural.

Es un acontecimiento como se celebrarán pocos, y sin duda el más relevante en décadas de la ciudad y también de Galicia.

Debería estar todo dispuesto para que tuviese la mayor repercusión en todas las dimensiones: expositivas, académicas, musicales, informativas y, sobre todo, populares.

Aunque perviven concepciones elitistas entre minorías que juzgan que ciertas manifestaciones culturales les pertenecen porque saben apreciarlas en toda su amplitud, si quedan al margen del pueblo no cumplen la función para la que fueron creadas. Por eso es imprescindible acercarlas a la gente.

Digámoslo ya: si el paso del pergamino Vindel por Vigo no suscita el interés necesario que atraiga a la ciudadanía del área metropolitana a contemplarlo, será un fracaso.

Si al final de este viaje los vigueses en particular, y los gallegos en general, no saben que poseen una joya de incalculable valor que se guarda en Nueva York, porque las autoridades españolas y gallegas no la adquirieron en su momento, será un fiasco

Su paso por Vigo no puede reducirse a acarretear a alumnos de los colegios de Galicia -por supuesto, no puede faltar ninguno-, a un brillante simposium académico de especialistas, y a algunos actos culturlúdicos.

La exposición del pergamino, como un concierto de los Rolling, o un partido crucial del Celta contra el Madrid, debe convertirse en un acontecimiento que dure tanto como su estancia en la ciudad.

El mundo de la cultura, que por lo general no atrae a multitudes, es preciso acercarlo a la gente. Por eso no es buen comienzo que se haya elegido el Museo del Mar para la exposición del documento y se haya desechado, por las circunstancias que sean, el lugar apropiado, el más céntrico de Vigo, que debe reconvertirse cuanto antes en el Museo de la Ciudad: el Marco.

Por el simple hecho de ocupar ese espacio central constituye una invitación para que la gente acuda. Puede ser el motivo para que los miles de vigueses que nunca cruzaron las puertas del Marco lo hagan.

Las sesiones académicas en este espacio -o en el antiguo Rectorado- serían la ocasión de que el mundo universitario entre en contacto con la gente, al celebrarse en el corazón de la ciudad.

Lo erudito y académico no pierden una pizca de prestigio por compartirlo con la gente.

No es que el Museo del Mar carezca de atractivo, pero no es el lugar adecuado. Mucho menos en otoño e invierno.

En 1917 nadie hizo caso a Rodríguez Elías, cuando escribió su artículo. En Galicia sólo parecía interesar al sabio académico y archivero Eladio Oviedo Arce, autor de los primeros e inapreciables estudios sobre el pergamino Vindel. En ese año publicaba en el Boletín de la Real Academia Galega sus trabajos sobre "El genuino Martin Codax: trovador gallego del siglo XIII", donde dice que el descubrimiento "ha restituido a las letras y arte galaicos la preciosísima joya del genuino texto literario y musical del juglar de Vigo".

Da cuenta de que Pedro Vindel, tras informar del hallazgo en la revista "Arte Español", publicó en facsímil el libro titulado "Martín Codax: las siete canciones de amor: poema musical del siglo XIII", del que sólo se pusieron 10 ejemplares a la venta."Uno de ellos lo tengo yo, y lo guardo como oro en paño", sentencia Oviedo Arce.

Entre tanto, el pergamino seguía en poder del anticuario. Y como propuso Rodríguez Elías, pudo venir a Vigo por poco dinero. Pero nadie lo tomó en serio.

Ahora llega prestado desde Nueva York y merece un resarcimiento masivo a las gentes de Vigo. Al menos deben de ir a contemplarlo tantas como van al Cristo cada año. Pero para ello debe ocupar el lugar apropiado.

Si fracasa, la gente que es, a la postre, para quien se trae a Vigo, no admitirá excusas de si el lugar de ubicación es competencia de la Xunta o del Ayuntamiento. Lo único que quiere es que, lo que es suyo, se le facilite de la mejor manera.

Es como ver una puesta de sol estival desde un lugar cualquiera de la Ría o desde Cabo Home. La excelencia está en Cabo Home, pero solo acuden los que la buscan.

Ocurre con el Museo del Mar. Sólo se acerca la gente muy motivada, y con más dificultad en otoño e invierno en que está programada la exposición.

Aun hay tiempo de rectificar un mal comienzo. Organizar un acontecimiento irrepetible, con el esfuerzo y el costo considerable que supone, y relegarlo a una ubicación indeseada cuando existe otra idónea, es un dispendio.

No se trata de quien aporte más o menos medios para la llegada del documento, si el Ayuntamiento, la Xunta o la Universidad. Las tres instituciones están para servir a la gente y es su responsabilidad acercar al público sus ofertas y conocimientos. Que aquello que organizan se enclaustre o sólo aproveche a su mayor honra y gloria, y se aleja de la gente, es un contrasentido.

Un ruego final. Vigo es una ciudad musical, plagada de corales, músicos y buenos compositores, que no pueden sustraer su participación en este acontecimiento. Cada agrupación, desde la Casablanca a la más modesta, deben aportar su potencial artístico, con conciertos -comentados por especialistas-, con las cantigas de Martín Codax como repertorio.

Hace años, lo inició en Santiago la Coral Polifónica de Pontevedra, durante un congreso de la Sociedad Internacional Roncesvalles de medievalistas, con comentarios de Filgueira Valverde. Y fue un éxito.

*Cronista Oficial de la Ciudad de Vigo

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