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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

Los "ni-nis"

El dato, se mire como se mire, no tiene vuelta de hoja: si tan solo un tercio de los gallegos/as que ni estudian ni trabajan -o sea, los "ninis"- se apunta al plan de empleo de la Xunta, caben dos hipótesis. La primera, que los potenciales interesados viven en su gran mayoría, al menos de dos tercios, como si no necesitasen ni estudiar ni trabajar para salir adelante. La otra, que el plan ese apenas sirve para adornar el currículum de sus inventores; y es probable que alguno de ellos ni se atreva a presumir de su autoría.

Dicho eso, parece evidente que la primera de las opciones resulta descabellada: a estas alturas es posible que más de uno de esos/as "ninis", refugiados en casa de su familia o quizá de algún amigo o amiga, se encuentre a gusto así. Pero resulta mucho más verosímil que la inmensa mayoría, puestos a escoger, optase por un empleo o la posibilidad de rematar o iniciar sus estudios. Y ambos deseos partiendo de una idea que no puede dejarse a un lado: preservar la dignidad de las personas.

Pero si eso no es así, y la proporción de quienes quieren acogerse a lo que ahora mismo se les ofrece es la que es, no cabe duda de que el Plan que debiera aportarle cualquiera de las dos posibilidades ofrece poco más que una leve esperanza y, por tanto, lo que el Gobierno plantea es manifiestamente mejorable. Y tal cosa se afirma no como un intento de criticar sin motivo o de minusvalorar el intento de resolver un problema agudísimo de esta sociedad: solo para colaborar en una reflexión que busque salidas.

Desde esa única pretensión, quizá no estorbe la insistencia en un concepto que no por evidente se ha convertido en regla de actuación obligada. Y es que cualquier solución que se busque o se elabore para un problema como este de que se trata ha de partir inexorablemente de una idea: el respeto a la dignidad de la persona y, por tanto, también al puesto de trabajo que se ofrece o a los estudios de que se trate. Porque un salario que roce lo miserable o un título regalado no suponen un alivio.

Es verdad que casi todos los gobiernos -y hay que resistir la tentación de eliminar el "casi"- prefieren antes una estadística en apariencia positiva que la auténtica realidad. Y por eso hablan de "empleo" sin detenerse en acentuar su temporalidad o el número de graduados en lo que sea sin aclarar cómo lo han conseguido. Y a riesgo de ser tenido por pesimista, e incluso por catastrofista, es preciso decir que de ese modo solo se hacen más "ninis": gente que ni confía en el sistema ni espera algo de él.

¿No...?

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