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Dezcállar azul

Turistas y pateras

La inestabilidad en nuestro entorno llena España de turistas e inmigrantes

Empieza agosto y con la llegada de las vacaciones nos concentramos en la familia, la playa, los viajes y las diversiones y tendemos a olvidar los problemas cotidianos que nos han fastidiado durante los largos meses de invierno. No seré yo quien piense que eso está mal. Pero sin bajar la guardia.

Porque distraídos, como estamos, olvidamos que Oriente Medio sigue en llamas, que la tensión no deja de crecer entre Estados Unidos y Corea del Norte y que en Venezuela el régimen viola la misma Constitución Bolivariana que le sustenta (igual que hace la Generalitat de Cataluña) mientras detiene y asesina a sus ciudadanos. Y no son los únicos motivos de preocupación: China y la India amenazan con llegar a las manos por una disputa fronteriza, mientras es destituido por corrupción el primer ministro del siempre inestable Pakistán, Trump nos sorprende a diario con sus ocurrencias y el calor que padecemos no es nada comparado con las temperaturas que se alcanzan estos días en el África Oriental, desde Sudán a Kenia y desde Etiopía a Somalia agostando cosechas, matando ganados y condenando a una nueva hambruna a muchas gentes honradas.

La inestabilidad reinante en nuestro entorno vacía de turistas Túnez, Turquía y Egipto y llena España hasta los topes haciendo difícil encontrar espacio en nuestras playas y atascando nuestras carreteras. Algunos obtienen pingües beneficios mientras muchos otros sufren las consecuencias en forma de precios inaccesibles de vivienda o de incomodidades sin fin, y no falta quien dé el grito de alarma ante el deterioro de calidad de vida que implica esta masificación. El mismo turismo que en los años 60 fue el motor de nuestro desarrollo económico y social puede ahora con sus excesos acabar con la misma gallina de los huevos de oro, una gallina que sustenta más de dos millones de puestos de trabajo y nos aporta el 11% del PIB. Pero los políticos solo piensan en pulverizar récords (36 millones de turistas hasta julio, un 6,7% más, con la esperanza de llegar este año a los 80 millones) y su visión se agota en el límite de la legislatura. El que venga después que arree. Me gustaría que alguien fuera capaz de explicarme cómo será el turismo que tendremos en 2050 en España o en Baleares. La planificación brilla por su ausencia y por eso pueden recalar seis u ocho cruceros contaminantes y masificantes el mismo día en el puerto de Palma o se gastan dineros públicos en derribar un monumento de corte fascista, pero que es parte de la historia, mientras la isla sigue funcionando con una depuradora franquista (construida en 1971) e insuficiente para tratar los residuos de tantos millones de turistas como recibimos. ¿No sería mejor reunir 80 millones y comprar una nueva que no contamine el Mediterráneo con cianobacterias? Pero se equivocan tres veces los cachorros de la CUP alistados en Arran: primero por actuar en nombre de algo tan inexistente como los "Països Catalans" (?), luego por usar una violencia siempre condenable y, finalmente, por agredir a pacíficos turistas cuando los culpables son los que no planifican porque no saben (vean el desmadre de la legislación sobre pisos turísticos en Baleares) o porque no les dejan.

El turismo es voluble e inseguro en sus afectos pues en el mismo París descendió un 10% tras los atentados terroristas del pasado invierno. Y el problema es que la estabilidad no está garantizada en el Mediterráneo occidental, los flujos de migrantes se desplazan hacia el oeste y los refugiados libios ya abarrotan los centros de acogida en Italia, mientras la solidaridad europea brilla por su ausencia. El caso es que se detecta un aumento de pateras en dirección hacia nuestras costas y así a Baleares llegaron dos pateras en 2014, tres cada año en 2015 y 2016, y este año 2017 ya llevamos 13 con un saldo de 138 personas detenidas, todas ellas procedentes de Argelia. Y crecen también las cifras de quienes llegan a Andalucía desde Marruecos. No vienen a veranear, son gentes que huyen de la miseria o de la guerra.

Puede que se trate de algo coyuntural y puede que no porque el occidente mediterráneo, antaño un remanso de paz comparado con la ribera oriental, muestra síntomas preocupantes. Libia es un estado fallido inmerso en una guerra civil, aunque un reciente encuentro en París entre facciones rivales permite albergar un rayito de esperanza todavía incierto. Argelia está en manos del Ejército y de una camarilla opaca en torno a un esclerotizado Bouteflika y su economía se resiente por los bajos precios del petróleo. Se reducen subvenciones, sube el IVA, el paro crece y su estabilidad no está garantizada aunque el recuerdo de la guerra civil de 1991 a 2000 calme mucho los ánimos. Túnez, cuna de la Primavera Árabe, no sabe cómo crear empleo sin turismo y eso pone en peligro su misma estabilidad, siempre amenazada por el azote terrorista. Y Marruecos, donde la monarquía tiene un papel estabilizador e integrador, vive hoy fuertes tensiones sociales en Alhucemas y otros lugares del Rif. Una crisis en cualquiera de estos países puede producir una riada de refugiados hacia nuestras costas. Y con la misma facilidad/dificultad con la que llegan las pateras pueden llegar terroristas que siembren la muerte en nuestras playas.

No hay que bajar la guardia porque aunque estemos de vacaciones, merezcamos un descanso y algunos se ufanen de tener más turistas que nunca, no es oro todo lo que reluce en derredor.

*Diplomático

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