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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

Los cínicos

Entre las virtudes -no muchas, la verdad, al menos en opinión personal de quien lo escribe- que se dan en la práctica del oficio político está la de que, al ser básicamente público, permite a los interesados, e incluso a quienes lo siguen con más indiferencia, descubrir sin demasiado esfuerzo los defectos. Parece paradójico, a la par que peligroso para los protagonistas, y quizá por eso estos últimos, en notable mayoría, procuran publicitar a todo trapo lo que consideran positivo y ocultar bajo siete llaves lo perjudicial.

A ese modus se le llamaba, en las antiguas escuelas filosóficas, cinismo, pero aquellos cínicos conservaban algunos valores que los de ahora tampoco ejercitan. Y por eso en los tiempos que corren no es infrecuente asistir a espectáculos en los que un mismo individuo, o un grupo, se desgañita en alabanzas para los que piensan como ellos y en improperios hacia los contrarios aunque estos hagan cosas parecidas, pero con otros objetivos, que los amigos, correligionarios o deudores de los increpantes.

Es el caso, muy reciente, de Anova, el invento político del señor Beiras y algunos allegados -varios de los cuales ya se fueron para montar otra cosa- que acaba de salir en auxilio de Maduro y sus secuaces. Que no son los "chavistas", en genérico, porque bastantes de los muy leales al teniente coronel Hugo Chávez -por cierto, otro golplista fallido- no están ya entre los pistoleros bolivarianos. Que imitan el modo de matar de los sicarios colombianos: dos en una motocicleta y el de atrás, disparando.

El objetivo son las manifestaciones callejeras de la oposición. En las que hay de todo -probablemente también "incontrolados" como los de las protestas sindicales que aquí Anova jamás criticó, ni cuando quisieron asaltar el Parlamento gallego- y que reclaman democracia y libertad, lo mismo que en los años del franquismo se salía a la calle en España en defensa de esas ideas que decían respaldar entonces gentes como las de Anova y que ahora asesinan en Venezuela los autoproclamados "bolivarianos".

Lo peor de los cínicos, con ser de por sí muy malo, no es que sólo conozcan y apliquen la ley del embudo y denuncien que los opositores que reclaman la Constitución vigente -aprobada bajo el mandato de Chavez- son "golpistas", sino que los acusen de "intentar reponer a la oligarquía". Quizá, y ya se dijo alguna vez, estos "defensores del pueblo que viven allí ahora como potentados se olviden de los muchos que malviven. Entre ellos miles de gallegos.

¿Eh?

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