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Personas, casos y cosas de ayer y de hoy

La lúcida y felicitaria senectud

Por caminos derechos o torcidos, fértiles o áridos, llanos o escabrosos y alegres o tristes, alcanzamos indefectiblemente la senectud, y si una enfermedad o un accidente no lo impiden en mitad del recorrido, entramos en la antesala del fin de nuestra existencia terrena. Cada vez lo hacemos más personas y en mejores condiciones de salud física y psíquica. La esperanza de vida aumentó de manera sorprendente durante el siglo XX y la expectativa es que seguirá creciendo en los países desarrollados. Lo han comprobado un grupo de científicos del Imperial College London, de la universidad inglesa de Northumbria y de la universidad de Whashington (EEUU), dirigidos por Vasilis Kontis. Con esta finalidad analizaron los informes de 35 países desarrollados, basándose en 21 modelos estadísticos y los datos de nacimiento y defunción de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Su estudio ha sido publicado en la revista especializada The Lancet (www.thelancet.com Vol 389 April 1, 2017). En cualquier caso, se constatan diferencias entre los territorios examinados -ubicados en Asia, América, Europa y Oceanía-. Corea del Sur es el que experimenta mayores avances, con una expectativa de vida prevista de 90,8 años para las mujeres y 84,1 para los hombres. En el caso de las mujeres, le sigue Francia, donde se espera que vivan 88,6 años en 2030, y Japón, hasta 88,4 años, mientras que los hombres serán más longevos en Australia y Suiza, donde llegarán a los 84 años, justo por detrás de los surcoreanos, y Alemania, donde aumentará hasta los 82 años. En España la expectativa de vida, pasará en 2030 a 88,07 años para las mujeres y a 83,47 años y para los hombres. Los autores del trabajo también evidenciaron que en 2030 en esos 35 países las personas de 65 años vivirían más años adicionales: 24 años más en el caso de las mujeres en 11 de los estados, y 20 años más en el caso de los hombres en 22 estados. Los estados donde menos se incrementará la expectativa de vida, con relación a la actual, son Macedonia, Bulgaria, Japón y Estados Unidos para las mujeres y Macedonia, Grecia, Suecia y de nuevo EEUU para los hombres. La mejoría de la esperanza de vida en Corea del Sur se estima es consecuencia de una mejora del estatus económico, lo que repercutirá en una mejor nutrición y acceso a la atención sanitaria, incluyendo una mejor prevención y tratamiento de las enfermedades crónicas. También allí hay menos personas con sobrepeso que en otros países y menos fumadores. Los pocos avances de Norteamérica, a pesar de ser la primera economía del mundo, son debidos a la gran desigualdad social, la ausencia de un sistema de salud público universal, el alto índice de homicidios, el elevado índice de masa corporal y la alta mortalidad infantil y materna.

El estudio también muestra que la diferencia en la esperanza de vida entre mujeres y hombres se está reduciendo. Según el informe, el hecho de que las mujeres en los países estudiados sean más mayores que los hombres se debe fundamentalmente a que los hombres suelen sufrir lesiones mortales y fuman más, lo que incrementa el riesgo de contraer enfermedades cardiovasculares o cáncer de pulmón.

De todos modos, la esperanza de vida de alrededor de 90 años está basada en modelos teóricos. Se trata de un pronóstico, se trata de valores calculados, no de un valor fijo. Que la gente se muera antes o después dependerá en gran parte de las políticas económicas, sociales y sanitarias públicas de los diferentes países. Lo que es indudable es que la proporción de gente mayor aumenta y habrá que desarrollar sistemas sanitarios adecuados y de atención social y establecer modelos alternativos de cuidados, como puede ser la atención asistida por la tecnología en el hogar. En España hay que reconocer que en muchos casos tales sistemas asistenciales especializados son inexistentes, testimoniales o insuficientes y con grandes diferencias según las distintas comunidades autónomas españolas. Hay que asegurarse que la gente mayor estará cuidada en todas las situaciones y tiene acceso puntual y continuado a los servicios sanitarios, a lo que podríamos llamar valoración y asistencia geriátrica integral. Para ello se ha de recurrir a una evaluación interdisciplinaria que detecte, describa y aclare los problemas del anciano; registre sus recursos y sus posibilidades; decida su necesidad y servicios, y desarrolle un plan de cuidados que articule las intervenciones necesarias. Está suficientemente comprobado que la asistencia geriátrica especializada consigue mejores resultados tanto en la promoción de la salud y la prevención, como en la asistencia y en la rehabilitación. En el caso de ancianos hospitalizados, cuando los médicos responsables de su asistencia son geriatras, se producen más altas, se acorta el periodo de hospitalización y el paciente se va a casa en mejores condiciones de vida y reingresa menos veces.

Así las cosas, son cada vez más los que llegan a la madurez y lo hacen con realismo porque no ignoran su edad y situación, pero también con optimismo y serenidad. Al igual que en otras etapas de la vida, también en este ciclo final se produce un curioso proceso de adaptación física y psíquica que nos permite llegar, en la mayoría de los casos, lúcidos, en buen estado físico, con espíritu animoso y con la inquietud creadora que nos da la experiencia de los años. Por ello, es necesario facilitar que los ancianos dispuestos, de forma libre y voluntaria puedan, por un lado, contribuir a la sociedad con su actividad laboral habitual. Por otra parte, es importante que en todos los casos puedan escoger de manera individual su "trabajo felicitario". Y hacemos así nuestro el término "trabajo felicitario" para, de forma intencionada, sustituir al mal empleado "ocio fecundo", tópico inadecuado, pues como dice el padre del ensayismo político, el extremeño Medardo Muñiz (1903-1993): "El ocioso es inactivo y la inactividad no se aviene con la fecundidad. [?] El ocio es infecundo por definición". El "trabajo felicitario" se hace por puro placer, porque se siente feliz quien lo realiza y solo lo realiza porque le produce felicidad.

Es innegable que el cerebro de una persona mayor se reestructura. Unos circuitos se hacen más activos para compensar la menor actividad de los otros. El problema ha sido muy bien analizado por el neurólogo Gurutz Linazasoro ( Ciencia diaria, 2011). La consecuencia es que los circuitos cerebrales de los jóvenes son diferentes a los empleados para determinadas tareas. La experiencia conlleva ventajas y predomina la inteligencia cristalizada, que incluye el conocimiento general, un léxico acertado y la capacitación social. La inteligencia del joven en más fluida, flexible y rápida, por lo tanto más útil para tareas que requieran alternancia y cambios de atención. Los mayores tardan más en reaccionar a estímulos pero cometen menos errores. Dicho de otra manera, son más lentos pero más seguros. En la práctica esto significa que el cerebro del maduro, consciente de sus problemas, se prepara con más antelación para compensarlos. Así, aquellos trabajos que exigen tomas de decisiones se beneficiarán de una menor tasa de errores, lo que hace que las personas maduras sean las idóneas para este tipo de tareas, como puede ser el control de calidad.

No hay duda de que la edad de jubilación es un logro social, pero tampoco debería exigirse la jubilación decretada. Es poco conocido y paradójico por su fin que el límite de 65 años surgió de un decreto del canciller alemán Otto von Bismarck (1815-1898) para evitar pagar a los soldados veteranos de guerra prusianos, dado que en aquella época casi ninguno llegaba a esa edad. El anciano activo que quiere servir para algo, no puede ser desplazado por la sociedad ni mucho menos desestimado por sus familiares. Pero ha de escoger libremente su tarea de acuerdo con sus capacidades. En este sentido no nos parece afortunado el mensaje reciente de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, con motivo en el Día de los abuelos: "Ejercer el rol de abuelos es una forma de sentirse socialmente integrado". Efectivamente, es un buen papel, pero no único y excluyente. Uno puede ser abuelo, este su escribidor lo es 14 veces, pero también muchas cosas más, sin entregarse al sentimiento trágico de la vida. Con franqueza, mientras disponga de salud y fuerza, no me veo sentado en un sillón, comiendo dos o tres veces al día para subsistir, sobreviviendo de mi pensión y con la única función de cuidar nietos. Tampoco contemplo ser como aquel viejo, que sentado bajo la parra, reconstruía arduamente pedazos del tiempo perdido. Si más joven fui médico y padre a la vez, ahora mayor puedo también ser médico, padre y abuelo, al tiempo que dedicar mis horas libres al "trabajo felicitario", distinto del mío propio de pediatra, o si quieren utilitario. Cosa, por cierto, que ya hacía antes de mi jubilación decretada en la sanidad pública. Un ejemplo es esto que hago de dedicarme a escribir de cualquier asunto, ajeno o no, a mi profesión. La idea de llegar a la meta prevista en un momento de la vida y dedicarme a descansar no me ilusiona. No quiero llegar a ningún límite definitivo hasta que esta vida terrenal se apague.

Las razones biológicas del envejecimiento se han investigado de manera incompleta. Se discuten muchas posibilidades. La senescencia celular es una forma de jubilación de las células. A excepción de las neuronas, las células del organismo se dividen y dan lugar a nuevas células jóvenes que mantienen joven al órgano al que pertenecen. La división depende de unas estructuras llamadas los telómeros, localizadas en los extremos de los cromosomas. A medida que envejecemos, los télomeros se acortan hasta desaparecer y la célula muere mediante un suicidio celular llamado apoptosis. Es el mismo mecanismo que nos defiende frente al crecimiento incontrolado de las células del cáncer.

Frente a este hecho incontrovertible, Aubrey de Grey, un gerontólogo inglés que dirige la Fundación Matusalén, cree firmemente en la posibilidad de vencer el envejecimiento mediante una estrategia de reparación de tejidos que rejuvenecería al cuerpo humano de forma indefinida. Los que vengan después de nosotros ya nos dirán. Uno de momento solo cree en la inmortalidad del alma ¡y ya no es poco!

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