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De vuelta y media

La debacle del pazo Oca

Medio centenar de asistentes al XIV Congreso para el Progreso de las Ciencias en agosto de 1934 se desplomaron al ceder el piso del salón y caer a un almacén desde seis metros de altura

El XIV Congreso para el Progreso de las Ciencias se anunció a bombo y platillo como el acto cultural más importante de cuantos iban a desarrollarse en Galicia durante el año 1934. La elección de Santiago de Compostela como sede para su celebración durante la primera semana del mes de agosto llenó de satisfacción y orgullo a su comunidad científica.

El Paraninfo de la Universidad vistió sus mejores galas para acoger a las seis de la tarde del 1 de agosto de aquel año, el solemne acto de apertura del congreso que reunió a unos 250 participantes. A las delegaciones portuguesa y francesa se sumaron especialistas de otros países europeos.

El subsecretario de Instrucción Pública, Ramón Prieto; el rector compostelano, Ricardo Montequi; el alcalde de la ciudad, Raimundo López; y el presidente de la asociación promotora, vizconde de Eza, ocuparon la presidencia de un salón abarrotado. Tras los discursos iniciales, el congreso inició una actividad frenética en apretadas sesiones de mañana y tarde. El evento no pudo empezar mejor.

Los pontevedreses más significados que asistieron al congreso no fueron otros que José F. Filgueira Valverde y Enrique Fernández Villamil. Ambos presentaron sendas comunicaciones, que obtuvieron una excelente acogida. Además, Filgueira que apenas contaba 28 años mostró ante los congresistas su reconocida capacidad de organización como secretario en la sección de Ciencias Históricas, Filosóficas y Filológicas que presidió el reputado profesor Rafael Altamira.

Camilo Calleja García, Otero Pedrayo, Pérez Bustamante, Vicente Risco, González García, Antonio Royo Villanova, Jorge Etcheverri, Faustino Santalices, Varela Gil e Iglesias Brage, entre otros muchos, protagonizaron alabadas intervenciones en los días sucesivos.

El congreso se tomó un respiro el domingo 5, único día de asueto para los participantes y sus acompañantes. Por la mañana hubo en su honor una misa en la catedral compostelana, con funcionamiento del botafumeiro, y por la tarde se programó una visita turística a los pazos emblemáticos de Santa Cruz y Oca. La fuerte lluvia a punto estuvo de suspender el programa, pero finalmente se mantuvo ante el interés general.

Cuando el grueso de la excursión se encontraba en el interior del pazo de Oca, entonces propiedad de los marqueses de Camarasa, inopinadamente se desencadenó la catástrofe y truncó la suerte del congreso.

El lunch previsto en su maravilloso jardín se trasladó al interior, dado que la lluvia no dejó de caer. Como eran las siete menos cuarto y todavía faltaba por cumplimentar el desplazamiento al pazo de Santa Cruz, el profesor Cordero Carrete, responsable del operativo, requirió la atención de los congresistas para organizar la marcha inmediata.

El agolpamiento momentáneo de casi un centenar visitantes en una reducida zona del salón principal causó el impensable percance. El piso no soportó tanto peso, crujió ostentosamente y se abrió de inmediato. Luego se supo que al menos una de las tres vigas de castaño que sostenían todo el suelo había sido reparada poco tiempo antes.

Aproximadamente la mitad de los presentes se precipitaron al vacío desde una altura de seis metros hasta un almacén de trastos y muebles fuera de uso. Según su posición en el salón antes del accidente, unos cayeron de pie, pero otros rodaron por el hueco abierto y terminaron por formar una abigarrada piña de cuerpos ensangrentados y doloridos, unos encima de otros, en medio de una intensa polvareda.

El panorama resultó dantesco a los ojos de los congresistas que estaban al otro lado del salón y pudieron salvarse. Lo cierto y verdad fue que en un primer momento se temió una debacle todavía mayor.

La conmoción inicial dio paso a un operativo de urgencia para afrontar la situación y actuar en consecuencia. Pero ochenta años atrás no resultaba nada sencillo plantar cara a una emergencia semejante debido a la evidente precariedad de medios humanos y técnicos, la dificultad de las comunicaciones y el estado de las carreteras. Menos todavía un domingo por la tarde en pleno mes de agosto.

Los doctores Puente Castro y Villar Iglesias, que estaban allí y salieron indemnes, se pusieron al frente del rescate improvisado. Al tiempo que reconocían in situ a los heridos, organizaban los primeros traslados en coches particulares a Santiago, con arreglo a la gravedad de su estado.

El Gran Hospital, el Policlínico y los sanatorios Baltar, Alsina y Puente, hicieron cuanto pudieron por atender a todos los heridos, a medida que iban llegando. Muchos de ellos, que solo presentaban heridas leves, prefirieron trasladarse directamente a sus respectivos hoteles para no provocar una situación de colapso.

María Luisa Gómez Fernández, de 55 años, directora de la Escuela Normal de Victoria, se llevó la peor parte puesto que resultó literalmente aplastada por otros congresistas accidentados. Cuando ingresó en el Hospital ya nada pudo hacer el equipo médico por salvar su vida. La autopsia reveló que su cuerpo sufrió una fuerte conmoción torácica y celular, además de luxación de columna, rotura de varias costillas y fractura de la pierna izquierda.

El Ayuntamiento de Santiago se hizo cargo de la profesora fallecida e instaló su capilla ardiente en el salón de sesiones, donde se veló su cadáver durante toda la noche, mientras se esperaba la llegada desde Victoria de su familia más cercana.

Al día siguiente se celebró un solemne funeral en la iglesia de San Francisco. El féretro fue conducido a hombros por alumnos de la Escuela Normal y el duelo oficial estuvo encabezado por el presidente de la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias, el alcalde de la ciudad y el rector compostelano. El profesor Ramón Segura de la Garnilla ostentó la representación del profesorado de Pontevedra.

Galicia entera se mostró sobrecogida y apesadumbrada por un final tan dramático como inesperado de aquel infausto XIV Congreso para el Progreso de las Ciencias,

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