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desde mi atalaya

Manuel Torres

Marín, ría "meiga"

La ría de Marín, amplia, espaciosa y limpia, forma parte de las Rías Bajas, conjunción de tierra y mar, en la que nuestra ría, recatada, dulce y femenina, parece un lago de reposadas aguas al que asoman multitud de pueblos pescadores, en su secular cita con la mar, que con sus barcos la ambientan y animan, dándola su genuina personalidad como una "ría meiga" llena de belleza y personalidad única.

La ría de Marín se extiende desde el estuario del Lérez hasta Cabicastro y Udra, y continúa al encuentro de las Ons, verdadero contrafuerte y defensa contra el embravecido océano, en cuyo escenario pudieron albergarse las mayores escuadras del mundo. La ría ofrece siempre motivos de cautivadora belleza, y donde los pueblos y las villas con sus tradicionales artes del "xeito" y del "mediomundo",que sostuvieron a los humildes pescadores, con las "rapetas "y "polveiros" de inmortal tradición, hasta la implantación de los "fondeiros", cuya técnica de arrastre inauguró una nueva época de la historia de la industria pesquera gallega.

Para contemplar en toda su magnitud su sublime belleza, haremos un recorrido marítimo para gozar de la mágica sucesión de pequeñas calas, abruptos acantilados, pintorescos arrecifes y de sus playas, limpias y de fina arena, cuya descripción seria prolijo recoger aquí.

Para ello tomaremos una embarcación en el puerto de Marín, cabecera de la ría, y realizar una gira marítima. Imaginemos nuestra embarcación navegando en la espaciosa bahía presidida por la isla de Tambo, escenario de milagrosas y veneradas tradiciones, como la de San Miguel, y que en feliz imagen de Góngora: "parece una tortuga navegando perezosamente hacia la orilla", nos encontraremos frente a Combarro, con su apretujado caserío y sus hórreos alineados a la vera del mar, sus callejas empedradas y sus cruceros evocadores.

Luego Raxó y Samieira, y más allá, pasado Festiñanzo, veremos Sanxenxo, centro turístico, y aún antes de Cabicastro el puerto de Portonovo, nido de esforzados pescadores.

Acercándonos a las Ons, las romanas "Aunios", que guarnecen la entrada de nuestra ría, desembarcaremos para contemplar el grandioso espectáculo del Atlántico desde la torre del faro, mudo testigo de los adioses de tantos emigrantes.

Continuaremos, cruzando la entrada sur de la ría, rumbo para contemplar el impresionante aspecto de la Costa de la Vela, inhóspita y salvaje, dominada por el Facho, en otro tiempo faro y forte de defensa contra la piratería. Superando punta Couso, pasaremos por la pequeña ría de Aldán, con recónditos parajes, y desembarcando podremos contemplar el Crucero de Hio, ejemplar único, y ceñidos a la costa cruzaremos la bellísima ensenada de Bueu, villa de "rapeteiros" y pescadores de "liña", y rozando la isla de San Cremenzo, donde todavía se alzan los restos de la ermita erigida en honor a San Clemente, por los marinos de la escuadra de Bonifaz, por la conquista de Sevilla. Luego Montecelo, con sus casitas blancas con sabor a belén, y con la preciosa y salvaje playa de Loira, para salvando los arrecifes del Chilreu, llegar a la señorial Aguete, con los resto del castillo, puerto y pazo de Juan Gago y su magnífica playa, de fina arena, hoy convertida en prometedor centro turístico; y rumbo a nuestra meta pasando por punta Moa para contemplar la playa de Mogor, con sus "laberintos", y Portocelo la cosmopolita playa urbana, para alcanzar el término de nuestro periplo marino, recalando en el puerto de Marín, después de haber pasado por las esbeltas construcciones de la Escuela Naval, verdadera universidad del mar, donde se forman nuestros marinos de guerra.

Tal es la ría de Marín, donde el veraneo adquiere el carácter de una integral terapia. Ría de ensueño, ría que recrea y conforta el alma y el espíritu, ría "meiga" que subyuga con el embrujo de su sublime belleza y hace sentir añoranza de su ausencia, tal como recogen aquellos versos del poeta: " sin os airiños da ría:/eu non sei canta,/eu non sei vivir". ¡Feliz veraneo para todos!

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