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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

Los patriotas

Acaso para confirmar el viejo dicho de que nunca es tarde cuando la dicha llega, la Xunta de Galicia, a propuesta de su Consellería de Economía, viene de aprobar un proyecto de Ley trascendental. Que parece se llamará "de simplificación administrativa", pero que por los datos que ya se conocen irá más allá de eso y podría denominarse mejor como de modernización definitiva de este antiguo Reino en muchos de los aspectos básicos que necesitaban, de forma urgente además, una puesta al día.

Conste que no se trata en el introito, aunque pudiera parecerlo, de elaborar un cántico en loor del presidente Feijóo o el conselleiro Conde, sino de reconocerles que el alcance del texto que van a enviar al Parlamento atañe a más de una docena de leyes, varias consellerías, postulados que hasta ahora parecían imposibles de variar y, por supuesto, costumbres tan arraigadas en las estructuras administrativas que ya no se consideraban "vicios", sino "costumbres" y formaban parte de la vida ciudadana.

Aunque solo fuera por eso, la ley sería ya casi revolucionaria en el mejor sentido del término. Pero es que contiene mucho más: el alivio en los trámites, la previsión de una importante rebaja de impuestos autonómicos -y la invitación a concellos y diputaciones para que la hagan en los suyos-, constituyen de por sí una audaz iniciativa. Y si fortuna audentes iuvat, en esta oportunidad no solo de cambio, sino de profunda innovación, sus arquiectos, con el conselleiro a la cabeza, merecen el éxito.

Pero es que se modifica también el funcionamiento de un paquidermo -descrita sin intención irrespetuosa- como es la Administración, que ha aburrido a generaciones de sus propios funcionarios tanto como a los que acudían a ellos en busca de soluciones ágiles. Y es por eso que el proyecto de ley ni puede ni debe ser solo del Partido Popular o de la Xunta, aunque dispongan del plus de legitimidad de una mayoría absoluta plena e indiscutiblemente democrática. Ha de ser de todos.

De ahí que la oposición debe también estar a la altura, dejar sus complejos y sus tics y poner al servicio del país, al menos por una vez -y ojalá sirva de precedente- el talento de que dispone y el talante que escatima para estudiar la ley, mejorarla si cabe y, si no es posible, respaldarla talcomo. Porque es una oportunidad histórica de crear suelo, dotarlo para que sea competitivo y poder así igualarse y mejorar a los que ya espabilaron. O sea, hacer que todos actúen como patriotas de verdad.

¿O no?

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