El otro día dijo la ministra Fátima Báñez que los salarios han de subir. Esta semana, un secretario de Estado de cuyo nombre no logro acordarme, ha dicho que en 2018 los funcionarios podrían ver acortada su jornada y regresar a las 35 horas semanales. Está claro que este Gobierno ya no sabe cómo joder.

Lo que no se entiende es cómo van a permitir que los empleados públicos estatales trabajen siete horas al día pero mantengan el recurso contra la norma de la Junta que establece eso mismo: las 35 horas. El Gobierno tiene buenas intenciones, para unos más que para otros, pero podría incluir en su seno una nueva cartera: el Ministerio de las Contradicciones.

En 2012 se estableció que la semana laboral de todos los empleados públicos no podría ser inferior a las 37,5 horas. Eran tiempos de crisis y no se podía contratar a nadie. Lo que ha ocurrido es que, en este país tan dado al viva Cartagena, cada municipio y cada autonomía ha tratado de hacer lo que le ha venido en gana y el Ejecutivo no ha tenido más remedio que interponer una y otra vez recursos. Nos da que el problema va a durar poco. Dentro de unos meses, todos calvos. O sea, todos a las 35 horas. Teóricamente, claro, no es lo mismo el nota de la ventanilla que nos recoge el papel que el médico del servicio público de salud, un subsecretario o un maestro con afición a corregir exámenes en sus horas libres.

Hay países que ya están con el debate acerca de si la semana laboral podría ser de cuatro días (mejor conciliación, más reparto del trabajo, más trabajo desde casa, la tecnología, que reemplaza personas... etc. ) y aquí estamos a ver si despegamos el culo del asiento, no vaya a ser que el jefe me vea irme y no me invite a su cumpleaños o Gutiérrez se chive, que ya sabemos que está deseando que uno se escaquee a por el cafelito para irle con el cuento a la superioridad.

Tampoco conviene perder de vista en todo esto que el debate sobre cuánto trabajar en un país con semejante tasa de paro, puede resultar insultante para el que está en su casa sin faena, ni nómina, expulsado del mercado laboral, angustiado y mano sobre mano. En un sitio en el que una gran porcentaje de los que tienen sueldo lo tienen casi de mera subsistencia. O sea, el mil euros/mes es ya un privilegio. Trabajar cansa, que dijo Pavese. El trabajo dignifica al hombre, no digamos si es sólo de mañana y con un buen salario. A mí, dame pan y dime tonto. Pero sólo 35 horas.