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Luis M. Alonso.

sol y sombra

Luis M. Alonso

Villar, el ocaso anunciado

Ángel María Villar era un interior delgadito del Athletic Club, no pesaba más de 60 kilos. Evidenciaba una fragilidad que hoy seguramente le hubiera impedido dedicarse al fútbol profesional de élite. Sus detractores decían que jugaba siempre hacia atrás, y el hecho más notorio de su trayectoria con los Leones de San Mamés fue haberle propinado un puñetazo a Johan Cruyff tras haber recibido una fuerte entrada del holandés. Le costó la expulsión y el incidente tuvo cierta repercusión internacional.

Nada, sin embargo, de su carrera futbolística revolotea alrededor del recuerdo colectivo comparado con sus años de alto dirigente del deporte, que casi triplican a los de jugador. Presidente de la Federación Española de Fútbol desde 1988 y vicepresidente de la FIFA, ayer fue detenido por la Guardia Civil en medio de una operación contra las prácticas corruptas. Y junto a él también su hijo, al que Ángel Villar supuestamente beneficiaba promoviendo partidos de la selección española y con jugosos contratos a sus empresas de servicios. Entre las acusaciones de malversación en que se ha visto envuelto figuran también amaños y sobornos para su reelección, todo un poema que viene a corroborar una vez más el estado de putrefacción en que se encuentra el fútbol y los sucios intereses que se mueven en el seno de su clase dirigente. Así es que casi nadie se ha visto sorprendido por la detención.

Villar se había convertido en el superviviente del llamado FIFAgate, el escándalo de dimensiones estratosféricas que se llevó por delante a Blatter, Platini y Grondona, entre otros, los peces gordos que compartían con él la contaminada pecera del fútbol mundial. Un asco.

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