Ha dicho Jonah Peretti, patrón de "BuzzFeed", un invento digital que siguen 200 millones de internautas al mes, tres de cada cuatro de ellos procedentes de las redes sociales, que tradicionalmente los medios se creyeron los guardianes de lo que debe saber la gente. Se trata naturalmente de un reproche al viejo deseo periodístico de influir mediante la jerarquización de la noticias, que naturalmente debería consistir en poner por delante "ha estallado la guerra" al "desafío BuzzFeed para una piel mejor en siete días" o a "los 16 trucos de cocina que te harán la vida más fácil". El medio de Peretti se dedicaba exclusivamente al negocio del entretenimiento hasta que éste se dio cuenta de que también tenía que ocuparse de las noticias para poder expandirse. Si uno se deja guiar por las redes sociales el batiburrillo es evidente, sin embargo así es la vida y así funciona conforme al signo de los tiempos. Es lo que se conoce de manera rimbombante por el seguimiento de los contenidos virales. En el siglo pasado cuando no existía internet y tampoco la curiosidad de ahora por averiguar cómo se masturba la mayoría de la gente -probablemente ambos asuntos estén algo relacionados-, los grandes periódicos teclearon a los lectores de novelas ofreciéndoles el nuevo periodismo: historias mejor escritas y más literarias para escapar del encorsetamiento y evitar los bostezos. Se pretendía informar entreteniendo. Los medios, ahora, lo hacen a su manera pero atendiendo la curiosidad demandada. En último caso, por mucho que Jonah Peretti pretenda salirse del tiesto, nunca han perdido la aspiración de influir: bien sea con noticias o con banalidad. Es un revoltijo, pero los guardianes no han cejado.
