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Joaquín Rábago.

Un gran marchante, víctima del nacionalsocialismo

En este verano de grandes exposiciones en Alemania -la cuatrienal documenta, de Kassel, o la de escultura al aire libre que se celebra cada diez años en Münster-, permítanme que les recomiende como contraste una berlinesa.

Infinitamente más modesta que las citadas, pero interesante por lo que tiene de documento de una época fascinante del arte de vanguardia así como del coleccionismo del siglo XX es la que dedica el museo Georg Kolbe a uno de los grandes marchantes de la República de Weimar: Alfred Flechtheim (1878-1937).

Hijo de un comerciante de cereales judío, Flechtheim se dedicó desde muy joven a coleccionar arte, la gran pasión de su vida. Le unió siempre una amistad con el también galerista Daniel-Henry Kahnweiler, uno de los mecenas del arte de vanguardia del país vecino.

Ya en su viaje de novios a la capital francesa, Flechtheim adquirió obras de Georges Braque, Pablo Picasso y Vincent Van Gogh, lo cual le animó a abandonar el negocio de la familia para montar su propia galería en Düsseldorf.

Es conocido su apoyo a artistas como Pablo Picasso, George Grosz o Max Beckmann, así como a un grupo de escultores alemanes que figurarían entre los más importantes de los primeros años del siglo XX: Wilhelm Lehmbruck, Ernst Barlach, Rudolf Belling o el propio Georg Kolbe.

Tras el final de la Primera Guerra Mundial, en la que luchó como voluntario, Flechtheim abrió una nueva galería en Düsseldorf además de fundar una revista de cultura y sociedad titulada "Querschnitt" para finalmente establecerse en Berlín, donde inauguró otra galería, con filiales en Frankfurt, Colonia y Viena.

La crisis económica mundial golpeó al comercio del arte, y Flechtheim trató de hacerle frente buscando nuevos mercados en el extranjero y apoyando, por ejemplo, la exposición que el MOMA neoyorquino dedicó en 1931 a la pintura y escultura alemana de aquellos años de gran actividad creativa.

Con la llegada al poder de Adolf Hitler en 1933, Flechtheim comenzó a sufrir todo tipo de insultos e injurias por parte de los medios, que veían en él ante todo al propagandista judío de un tipo de arte que consideraba "arte degenerado" o "bolchevismo cultural".

La difícil situación económica por la que atravesó entonces junto a las medidas represivas del régimen le obligaron a liquidar ese mismo año su galería y emigrar como tantos otros a Londres a través de Suiza y París.

Alfred Fechtheim murió con 59 años en marzo de 1937 en el exilio londinense mientras que su esposa, Betti, se quitaría la vida algunos años más tarde, en noviembre de 1941, ante el temor de ser deportada.

La exposición berlinesa recrea aquellos años fascinantes de arte de vanguardia, dramáticamente truncados por el nacionalsocialismo, con cerca de cuarenta esculturas de artistas a los que apoyó como los antes citados además de Moissey Kogan, Ernesto de Fiori, George Minne, Marg Moll o Renée Sintenis.

Si se acercan este verano a la capital alemana, no se la pierdan.

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