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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

La paciencia

Ha dicho, el presidente Feijóo, que en el modo de afrontar el conflicto del transporte por la Xunta, lo que prima es el interés general de los gallegos. Y menos mal, porque en los días transcurridos, y pese a las proclamas de las partes acerca de lo cerca que estuvieron sus posturas, no solo sigue el paro sino que amenaza con convertirse en una huelga indefinida; algo que, por cierto, no habla muy bien de la capacidad de los protagonistas para entenderse ni de la autoridad gubernativa, por ahora ausente.

Conste que no se trata de formular una crítica de la situación igualando las responsabilidades. Primero porque sería injusto, ya ésas son -por definición-, en la gran mayoría de los casos, de los litigantes y no del mediador. Y, segundo, porque al examinarlas, sorprende una peculiaridad al menos: que patronal y sindicatos vayan aquí casi de la mano y quien debería velar por ese "interés general" ciudadano ha hecho más bien poco por defenderlos. Al menos a la hora de emplear su mejor instrumento, que es fijar y hacer cumplir los servicios mínimos.

Conviene insistir en lo extraño de una situación en la que las partes más beligerantes se presentan como buscadoras de un bien común. Algo utópicamente deseable pero, por desgracia practicamente imposible a no ser que las dos busquen un interés común. Y ese solo puede lograrse mediante la cuadratura del círculo económico que hace que cuando aumenta el gasto y baja el ingreso la cosa rompe. O sea, la consecución de un auténtico milagro.

Quienes crean en ese tipo de prodigio habrán de reconocer que, por mucha que sea su fe, solo puede darse un final feliz si el que paga la factura es un tercero. En este caso, mantener el empleo -y de ahí la subrogación- y conjugar las pérdidas que darían líneas deficitarias solo sería posible mediante el recurso de compensarlas haciendo paganos a los fondos para mantener el negocio privado, lo que no parece de interés general, o al menos no según los cánones más generalmente aceptados.

Es posible que alguien, desde la disconformidad con la opinión expuesta, alegue que el transporte de pasajeros es un servicio público indispensable en Galicia para evitar desequilibrios aún mayores, y ambos datos serían ciertos. Pero para conjugar todos los intereses legítimos la Xunta viene de aprobar un plan que no solo encaja con las leyes europeas y nacionales, sino que garantiza, con las adecuadas tutelas, que el dinero público, necesario, se utilice bien, como sucede en otros lugares.Por eso, y a fin de cuentas, resulta tan raro el conflicto, que solo demuestra la paciencia de los que lo sufren.

¿O no?

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