De modo que, aparecido ya el primer precandidato a la secretaría general del PSdeG -y que parece haber seguido, como en su momento Pachi López, lo de "a quien madruga, Dios le ayuda, pese a que no fue lo que ocurrió con el dirigente vasco, o al menos no del todo- y "restaurada" la gestora de Pilar Cancela, no resulta difícil prever que el congreso de los socialistas gallegos no va a ser una fiesta. Puede que tampoco una carnicería, pero en todo caso sí que estará "animado".

Y es que, dicho con el máximo respeto hacia la persona -y el perfil- de don Gonzalo Caballero, parece cierto que hay mucha gente que ahora mismo lo ve más como un protomártir que como un auténtico candidato con peso y posibilidades. Resultaría probable su éxito si fuese capaz de aglutinar tras su persona no solo a los que en su día votaron a Pedro Sánchez aquí, sino a los que rechazan a su tío el alcalde de Vigo, pero esa tarea hoy por hoy parece al alcance de bastante pocos en un partido que, como el PSdeG, está aún más fraccionado -aunque menos ruidoso- que antes en familias, tribus, banderías y simples partidas guerrilleras.

Claro que esa descripción, que responde solo a la opinión personal de quien la expone, puede ser aún peor si se mira hacia afuera, a los posibles votantes, que no militantes, socialistas. Un partido que tiene como único objetivo confeso la obsesiva idea de su líder, "echar a Rajoy a cualquier precio", para lo cual no descarta aliarse con su más directo rival electoral -Podemos- confiando en que al radicalizarse recuperará los apoyos previos a la llegada de Iglesias y compañía, asume una apuesta arriesgada, y más en Galicia.

La razón es relativamente sencilla: se basa en suposiciones no muy bien fundadas y un cierto desprecio del electorado gallego, al que muchos socialistas consideran gregario y/o manipulable, aunque se abstengan de expresarlo así, y en todo caso, "cautivo" irredento de la "derecha caciquil". Una de las razones de sus abundantes fracasos. Porque sigue sin entender la diferencia entre "moderado" y "conservado" y que Galicia se apunta más a lo primero que a lo segundo.

Y solo cuando lo asuma -Pérez Touriño anduvo cerca con su "cambio tranquilo"- y desarrolle los conceptos, puede que cambien sus tornas electorales. Pero seguramente necesitará -y, con Sánchez, mayor razón-, un par de palizas más. Es lo que hay, y más le vale al socialismo gallego aggiornar sus conocimientos sobre la realidad auténtica de la ciudadanía de este antiguo Reino si no quiere aumentar el número de esas palizas.

¿Eh...?