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Porto Cabral

Se celebró esta semana una charla informativa sobre Porto Cabral. Una iniciativa privada que surgió hace 5 años convencida del magnetismo de Liñeiriños, quizá la actuación de más altura de miras del después anulado PXOM 2008. El Plan cayó pero, en cambio, su idea estratégica perdura fértil. Atrae su incisiva idea suprarregional y transfronteriza. El acto celebrado lo corrobora. Merece la pena darle alguna vuelta al tema.

Liñeiriños nace de un diagnóstico territorial: la ciudad, a 150 km. tanto de Oporto como de A Coruña es el centro natural del noroeste atlántico. Y nace así, de otro riguroso diagnóstico urbano / ambiental asociado: el sitio, Liñeiriños, allí donde ya hay un aeropuerto, un recinto ferial (que además ahora se amplia) y se anuda toda la red arterial, allí es donde hay que concentrar toda la masa crítica. Concentrar para preservar (Mario Gaviria, Iribas). Radical sensatez.

El Informe recién publicado por el INE de Indicadores Urbanos 2017 contiene un dato concluyente: entre las 15 áreas funcionales con mayor población de España, Vigo descuella en implantación industrial (18,8% del empleo). Esto es, la ciudad resistió la reconversión industrial, la deslocalización y los fraudes de la crisis económica. Es decir, la industria, el gran amor de la ciudad, aguantó. Algo bien difícil. Una historia de dolor social, méritos y sacrificio anónimo.

Siguiendo con el informe del INE, como contrapartida (un baile de cifras mecánico) el indicador de proporción de empleo en el sector servicios se queda exiguo. Si el indicador de industria es un éxito este segundo contiene una llamada de atención. Por sí sólo, obliga a sacar conclusiones vitales en un mundo globalizado y urbanizado donde el papel de las ciudades occidentales más dinámicas se orienta a monitorizar dispares centros de servicios.

En los años de alegría expansiva existió la sensación de que la ciudad industrial era el pasado. Lo cierto es que los hechos durante la crisis demostraron que sigue siendo crucial. Vigo supo ser ciudad-crítica. Resumiendo: industria sí pero, un paso más allá, servicios aún más. Ahora bien ¿Cómo resolver esta contradicción aparentemente irreconciliable? La única salida imaginable es suplir con cualidad lo imposible en cantidad: situar el sector servicios en la excelencia. La ciudad industrial por su ser físico esta inscrita en la exigencia.

En realidad, en Vigo, con la industria aguantaron el pulso los servicios. Servicios de apoyo, lo que podían hacer, lo hicieron. Innovaron. Ni una ni otros estarían al nivel que están si estuvieran solos. Sea por lo que fuere, lo relevante es el alto rango alcanzado por servicios profesionales, de marketing, comercio, gestión y asesoría, consultoría y tecnologías de la información. Sin embargo, en el ramaje del heterogéneo sector servicios, hay ausencias imperdonables.

Vacíos tan relevantes que si no se llenan jamás podrá alcanzar esta ciudad estar en lo más alto. Se relacionan directamente con algo que escapa a cualquier duda: las cotas jamás alcanzadas de desplazamientos interurbanos e interregionales de las personas, visitantes, trabajadores y desplazados por mil causas, donde trabajo, turismo y ocio ya no distan tanto entre sí. Las ciudades más sagaces, transversales como la sociedad misma, ya exhiben adaptación a este fenómeno. Otras las siguen a trompicones.

Y una observación final. La ría de Vigo conoce como pocas los anhelados Cruceros. Pues bien, en apariencia, lo que nos llega de Porto Cabral se asemeja bastante a la escena tentadora que irradia el universo de los Cruceros amarrados al cantil del puerto (de Puxeiros). Réplicas con una diferencia esencial, al caer la tarde, con seguridad, no podrían levar anclas y perderse en el horizonte. Aguardan noche y día.

*Arquitecto

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