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José Manuel Ponte

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José Manuel Ponte

Mejor la "vía catalana"

Leo en los medios que el sindicato vasco ELA-STV (en tiempo pasado muy cercano al PNV) quiere formar junto con LAB (sindicato de la izquierda abertzale) y Bildu, un frente nacionalista para conseguir la independencia de Euskadi por el "método catalán", es decir, mediante un referéndum.

Y con esa finalidad ha invitado al PNV a sumarse al proyecto pidiéndole de paso que abandone la pretensión de actualizar el Estatuto de autonomía, que les parece pactista y fuera de lugar. Pero al partido que lidera Iñigo Urkullu, que gobierna con amplio apoyo social y acaba de conseguir importantes concesiones del Estado en la negociación de los presupuestos, no le parece el momento adecuado para llevar adelante esa propuesta y como ha dicho el propio lehendakari, quiere evitar a toda costa la fractura social.

Además, encuestas recientes revelan que solo el 17% de los ciudadanos vascos quieren la independencia, un porcentaje inferior al de otra consulta del año pasado que cifraba en un 23% el apoyo a la propuesta soberanista. La opción por la llamada "vía catalana" a la independencia de ese sector de la ciudadanía vasca nos invita a hacer una breve reflexión sobre el comportamiento de los nacionalismos históricos en el paso de la dictadura a la democracia.

En Cataluña, ese paso a la recuperación de la autonomía política se dio pacíficamente a partir de aquella jugada de póker de Adolfo Suárez que, antes de aprobada la Constitución, tuvo el atrevimiento de respetar la legalidad republicana trayendo del exilio al honorable Tarradellas, el último presidente de la Generalitat. Desde que el viejo político salió al balcón para gritar su famoso "Ja soc aqui", hasta hace unos pocos años, el nacionalismo catalán conservador nunca manifestó veleidades independentistas y se limitaba a sacar ventajas del bipartidismo imperante cuando el PSOE y el PP necesitaron de sus votos para gobernar.

Otra cosa, en cambio, sucedía en el País Vasco por la existencia de ETA, una organización que aspiraba a lograr la independencia por medio de la lucha armada. La actividad de la banda había comenzado en 1968, todavía con Franco en el poder, y una de sus principales acciones fue el atentado mortal contra el presidente Carrero Blanco en noviembre de 1973.

Un suceso que todos los historiadores coinciden en señalar como el detonante del proceso de Transición y sobre cuyas complicidades todavía se especula. Sorprendentemente, aprobada una Constitución democrática y decretada una amplia amnistía, la acción de ETA continuó con más intensidad y alcanzó su punto álgido durante los gobiernos de Adolfo Suárez (84 víctimas mortales en 1979 y 93 en 1980). El que fuera último secretario general del Movimiento tuvo que lidiar con la fase más turbulenta y difícil de la nueva etapa democrática. No entró en la OTAN, no reconoció al Estado de Israel y envió observadores a la conferencia de países no alineados. Luego, dimitió por presión de los llamados "poderes fácticos" pocos días antes de que se produjese el intento de golpe de Estado del 23 de Febrero de 1981. Después de casi mil muertos, optar por la "vía catalana" para lograr la independencia es el trágico reconocimiento de un fracaso. Podían haber empezado por ahí. Nos hubiéramos ahorrado mucho sufrimiento y el sistema democrático hubiera evolucionado mejor y más rápidamente.

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