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El incendio que causó su marcha a Santiago

Todavía hoy son muchos pontevedreses que evocan a Ramón Míguez Maquieira con palabras de agradecimiento, simpatía o respeto. En cambio, muy pocos por no decir que ninguno de ellos recuerdan el motivo por el cual "el brujo" puso tierra de por medio, abandonó Pontevedra casi de la noche a la mañana y se afincó en Santiago hasta su muerte. No quiso volver nunca.

La causa desencadenante de aquella huida no fue otra que un voraz incendio que destruyó por completo su consulta en la calle de la Oliva, frente por frente al edificio de Correos y Telégrafos. Él siempre consideró intencionado aquel extraño siniestro.

El fuego se inició sobre las cuatro de la tarde del domingo 2 de enero de 1977 en la buhardilla del viejo edificio, que estaba deshabitada, pero llena de papeles antiguos, periódicos y revistas. No ocurrió ninguna desgracia personal; sin embargo las pérdidas materiales resultaron muy cuantiosas. El edificio era propiedad de Joaquín Baltasar Baamonde.

La consulta del doctor Míguez se encontraba en el primer piso. Abajo estaba la Droguería Godoy, de César Godoy Fonseca. Y en el segundo piso vivían las familias Baltasar Casal y Álvarez Gallego.

Los Álvarez Gallego eran los padres de Amalia, la mujer de Alexandro Bóveda, y precisamente allí pasó sus últimas horas en libertad la noche del 18 al 19 de julio de 1936, antes de su detención fatal al día siguiente. Quizá por ese motivo se habló mucho sobre la posible destrucción en aquel siniestro de cierta documentación perteneciente a Bóveda que allí guardaba su familia política. Leyenda urbana o referencia cierta, ahí queda esta incógnita sin despejar.

Antes de que el fuego calcinase buena parte del interior del vetusto edificio, los bomberos voluntarios consiguieron poner a buen recaudo algunos cuadros y joyas. En cambio, nada pudieron hacer por salvar la rica biblioteca formada por el doctor Míguez a lo largo de toda su vida; especialmente libros de Medicina y Filosofía. Algo suyo murió aquel día.

El parte elaborado por el Cuerpo de Bomberos después del siniestro atribuyó el origen del fuego a "causas desconocidas". Ese diagnóstico de urgencia resultaba muy habitual en aquel tiempo de pocos medios técnicos. No hubo declaraciones de testigos, ni vecinos.

Diez años después, ya afincado en Santiago de Compostela, "el brujo" proclamó a los cuatro vientos su total convencimiento de que el fuego había sido intencionado y dirigido contra su persona. También aseguró que conocía bien la identidad del pirómano. Pero se llevó su nombre a la tumba.

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