A la Secretaría General de Pesca le ha salido un grano en el culo. Le molesta. O, dicho de otro modo, se ha encontrado en su camino con un hueso duro de roer. No es otro que Acerga, la asociación de cerqueros de Galicia que, sin representar hasta este momento a la totalidad de los 143 barcos de cerco con base en puerto de la comunidad autónoma de Galicia, sí se puede decir que cuenta con la anuencia de la inmensa mayoría de los 1.300 marineros de este subsector. Una fuerza motriz muy importante para navegar entre sardinas, xardas, anchoas y jureles que la citada Secretaría ha querido comprimir en un plan de reparto que Acerga no aceptó nunca porque sentía en la nuca el aliento de la discriminación o el favoritismo. Recurrió Acerga a los tribunales y estos le dieron la razón. Ha vuelto a recurrir y, ante la evidencia de que en este segundo recurso podría pasar lo mismo, el Gobierno ha optado por retirarse y dar vía libre a los planteamientos de la organización mayoritaria del cerco gallego.

Ante tal evidencia, Acerga afila el cuchillo para extirpar del culo administrativo ese grano infecto y permitir que los responsables pesqueros del país llamado España se puedan sentar sin experimentar el más mínimo repeluzno.

Eso sí, a cambio de indemnizaciones por daños y perjuicios que los cerqueros gallegos reclamarán asimismo por la vía judicial para que no queden dudas: ganar en los juzgados aquello que las autoridades pesqueras no les quieren otorgar en la mesa de las negociaciones.

Sí, el Gobierno ha caído en la cuenta: haciendo las cosas mal puede satisfacer a unos pocos; pero la mayoría sabe jugar al julepe y el tute cabrón. Y ante la posibilidad del cante, optan por no seguir la estela del barco gubernativo. Una primera sentencia les da la razón en sus reclamaciones con el plan de reparto y, a la vista de lo que hay y de que en la segunda demanda judicial la sentencia va a ser la misma, la Secretaría General de Pesca opta por el mutis por el foro en la creencia de que con ello satisface a la gente del cerco.

No es así. Ésta, convencida de que sus razonamientos "van a misa", plantea ahora que sea el autor del citado plan de los desequilibrios en los repartos y de los beneficios para unos mientras que se condena a los que menos han pescado en la caladero nacional Cantábrico Noroeste, quien les indemnice por los daños y perjuicios causados y están decididos a llegar al final del asunto: a pagar por lo que se ha hecho mal.

Son duros de roer y no quieren volver a protagonizar acampadas en el jardín del Edén de San Caetano. Ahora por la vía más decisiva los jueces les dan la razón. ¿Que cuánto les tendrán que pagar? Está por decidir, pero si la sentencia de Sus Señorías sigue los mismos derroteros establecidos, es posible que el forúnculo -ese saco de pus que se forma bajo la piel- sea, además de molesto, muy doloroso económicamente.

Tiempo al tiempo.