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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

Los maniqueos

Una de las características más evidentes en el modo de hacer política que se emplea en estos tiempos es la que se relaciona con el creciente maniqueísmo que emplean sus protagonistas y también algunos observadores. Aunque hay algo todavía peor; el sectarismo con que distribuyen la bondad o la maldad, e incluso la popularidad, en los actos y/o análisis que sobre ellos se formulan. Con otra marca distintiva de la época: la izquierda se proclamó "árbitro moral" y poco a poco consolida esa pose.

Casi todo lo demás se deja a un lado. Poco importa que el segmento social más afectado -directa y colateralmente- por los daños de la crisis sea la clase media. Tradicional ocupante -desde la Transición- de un centro que oscilaba a la derecha o a la "sinistra" en función de las circunstancias, la miopía del PP sirvió para que algunos recién llegados se apoderasen de la "indignación" en la calle para que todos los demás pasasen a ser cómplices de los causantes de la enorme desgracia que acompañó en estos últimos años a mucha gente del común.

(Conste que se alude en modo crítico a la miopía del PP no solo porque en estos años apenas supo hablar de Economía -y sin capacidad para hacerse entender- y no de Política, sino porque como efecto colateral regaló la calle a los "indignados" y a la izquierda, específicamente a Pablo Iglesias y su grupo. El "nuevo" PSOE quiere ahora una parte del pastel, pero le va a costar trabajo, especialmente por la levedad de su dirigente resucitado, Pedro Sánchez, que aparenta tantas ganas de poder como de venganza.)

Cuanto se deja dicho no implica simpatía por postura concreta alguna ni tampoco fobias específicas. Si acaso un reproche al gobierno central y una crítica a la Xunta; a uno, porque mantiene su endémica falta de capacidad para comunicarse y a la otra, porque esperó quizá demasiado para poner en orden una actividad que, como la del transporte, siempre tuvo representantes a los que había que dar de comer aparte. Y el reproche y la crítica se justifican porque, al final, y como casi siempre, pagan justos por pecadores. O, si se quiere decir de otro modo, que quienes resultan más perjudicados son los muchos frente a los menos.

Y un ejemplo oportuno es algo sobre lo que ayer mismo se opinaba aquí: la huelga del transporte. Que ha transcurrido hasta ahora de modo salvaje, sin que se respeten los servicios mínimos y perjudicando a más de 60.000 escolares gallegos, además de a sus familias y a otros millares de trabajadores. Algo que, por más que se empeñen los huelguistas -sindicatos y patronal: como Fuenteovejuna, todos a una para "matar" al comendador- en descalificar a quienes lo denuncian, es impopular e inadmisible. Esa es la verdad, la diga Agamenón o su porquero.

¿Eh...?

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