Desconfío de las conmemoraciones. El respeto por la historia y lo importante que ésta es para vivir con fundamento el presente me alejan de esos eventos de cartón piedra, que casi nunca dan cuenta de lo sucedido, sino de una versión beatificada y caramelizada. En las conmemoraciones los hechos de la historia suelen reinterpretarse en función de lo que ocurrió después, en general para magnificarlos y dotarlos así de majestad. El día siguiente ya es otra cosa, en el plano simbólico no es nada. Después del 15-J no vino el 16-J, sino un 16 de junio de 1977, en el que unos andaban con la resaca del triunfo y otros con la de la derrota, y la gente en general, después del momento de gloria de la jornada (laborable) anterior, cuando al introducir su voto en la urna recuperaba su dignidad cívica, hacía su vida igual que cada día, sin perder el tiempo imaginando como sería todo 40 años después.
