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Pep Guardiola y la pregunta del millón

Carles Puigdemont no ha podido diferir por más tiempo la fecha y la pregunta del referéndum unilateral que le exigían las CUP, mosqueadas por el repetido aplazamiento y hartas de amenazar con la ruptura del tóxico pacto de mayoría independentista en el parlamento catalán. La concentración separatista del domingo, con Pep Guardiola como portavoz y una asistencia ridícula, ratifica el mayor problema del presidente, designado y no elegido: es su falta de liderazgo, cada vez más cuestionada por tirios y troyanos. No solo está en el filo de la navaja por marear la perdiz tan largamente, sino, sobre todo, por falta del carisma personal que sería imprescindible para transformar una autonomía del Reino de España en un estado independiente con forma republicana. Ahí es nada, la pregunta del millón, cuya respuesta nacional es la que es, sin opción alguna de ser otra.

Temeroso de una mayoría social no secesionista y empujado de continuo por invertebradas agrupaciones ciudadanas que ni saben ni quieren gestionar la propia unidad más allá de las manifestaciones a la puerta de los tribunales o en coloristas "diadas", Puigdemont retuerce su argumentario caduco con margen cero de maniobra. Otras marcas pro-referendum le retiran el apoyo si la consulta no es acordada; se le niega el respaldo internacional incluso a nivel de segunda o tercera división (ahora es el futbolista quien lo pide con pretenciosa "autoridad"); aguanta el peso de la corrupción en su partido, escandalosa por más que intenten desactivarla con vergonzantes sordinas; sabe que, por el mismo motivo, Artur Mas ha perdido su capitidisminuido arrastre electoral; y sufre sin rechistar el hábil solapamiento de Esquerra, que corta el cupón de la primacía política sin mover un dedo.

Lo peor, sin embargo, sigue siendo su dependencia de las CUP, ácratas impresentables que serían tan antisistema en una república independiente como lo son ahora. El nada carismático president sobrevive de momento gracias a esa gente.. De aquí al primero de octubre, la "definitiva" fecha del referéndum, a Puigdemont no le queda otra que negociar una salida medianamente honorable con el gobierno y las Cortes españolas y/o convocar elecciones que dejen en suspenso temporal su caída por abandono de las CUP y la consiguiente moción de censura de las fuerzas constitucionales. Ser sucesor y heredero de Jordi Pujol y Artur Mas, no es hoy como para sentirse feliz.

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