La corrupción es una dolencia con efectos devastadores que España no parece capaz de superar. Leyes, policías y juzgados hacen las cirugías oportunas, pero la enfermedad se reproduce. Tal vez un día se reflexione a fondo acerca del sustrato que la hace posible, unos males de aparente menor gravedad que serían la tierra en el que crecen las grandes plantas carnívoras: a) el prestigio social de la trampa, que hace que aún sea apreciada como rasgo de talento ("fulano es muy listo", se dice); b) el enchufismo con sus variantes de nepotismo y amiguismo (empieza ya en que pocos logran un empleo sin padrino); c) la poca afición a los procedimientos, que hace preferibles los atajos. Detrás de toda acción corrupta están la indecencia y la codicia, pero estas existirán siempre. Lo difícil es sanear el sustrato, y si no se hace seguiremos alternando corta de malas hierbas con nuevas floraciones.