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De vuelta y media

Réquiem por Las Palmeras

El alcalde Rivas Fontán acometió en los años 80 una reforma que despojó de su esencia y carácter a los Jardines de Vincenti

La remodelación más enjundiosa que sufrió Las Palmeras a lo largo de su historia centenaria se materializó a mediados de los años 80 y levantó una enorme polvareda social. Los Jardines de Vincenti perdieron por completo su carácter propio, entrañable y singular, después de aquella reforma inapropiada.

José Rivas Fontán, el alcalde respaldado por la mayoría absoluta más abrumadora de España en las elecciones municipales de 1983 (17 concejales sobre un total de 25), defendió a capa y espada el diseño realizado por la empresa foránea Projari. De una forma un tanto engolada, se dijo entonces que se trataba de transformar un jardín francés en un parque inglés. Pero ni antes ni después fueron ni lo uno ni lo otro. Las Palmeras eran Las Palmeras.

Aquel proyecto de remodelación y ajardinamiento provocó una pequeña revolución en la configuración de los históricos jardines: cambió de lugar algunos de sus emplazamientos más frecuentados, suprimió unas zonas y creó otras nuevas, trató de reemplazar el suelo de tierra por otro de césped; redujo el número de jaulas de pájaros y aves al mínimo, y reubicó sus instalaciones y cambió sus diseños; y trasladó el parque infantil de una zona de sombra que era una delicia en verano, para otra a pleno sol donde no aguantaba nadie el sofocante calor. Allí se enterraron casi 40 millones de pesetas.

El Ayuntamiento tramitó al mismo tiempo la construcción de un aparcamiento subterráneo en la avenida de Montero Ríos y ese proyecto también resultó muy cuestionado.

Las voces más críticas corrieron a cargo de la asociación Amigos da Cultura, el Centro de Estudios Ambrosio de Morales y la Dirección General de Patrimonio de la Xunta, tres referencias muy dispares.

"Vandálica remodelación", "clandestina actuación", "salvaje destrucción" o "atentado paisajístico". Estas fueron algunas de las lindezas que dichos colectivos dedicaron al proyecto en cuestión. En definitiva, unos y otros denunciaron la "desfeita" de un lugar emblemático de esta ciudad que gozaba de protección especial, pero solo sobre papel mojado.

Amigos da Cultura, Federación de Asociaciones de Vecinos de Pontevedra, Asamblea de Mulleres, PSG-EG, PG, BNG, PCG, MCG, CCOO e INTG, impulsaron el 31 de marzo de 1985 una manifestación popular en señal de protesta, que derivó en algún que otro altercado, con cortes de tráfico en algunas calles. Poco tiempo después, Amigos da Cultura protagonizó un encierro en la iglesia de la Peregrina para sensibilizar a la opinión pública.

Vista la imposibilidad de una vuelta atrás, la asociación cultura organizó la tarde del 27 de abril "o enterro das Palmeiras", previa autorización del Gobierno Civil. El cortejo marchó tras la peana fúnebre con una palmera encima, que portaron los miembros de la junta directiva. Su recorrido a pie por las calles principales finalizó a la entrada de Las Palmeras, donde se leyó el responso final:

"Pater caciquiles do Axuntamento / Caiga en desgracia o teu nome. / Non imprimas mais o teu sello / e désixanos ser como somos, sin parking nin europeísmos. / As cosas nosas, da nosa vida, non no las toques. / Perdona o noso error, endexamais te votaremos. / Non nos deixes caer na aberración e líbranos de este mal. / Amén."

Así rezaba una parte de aquella oración fúnebre, con el consiguiente "Kyrie eleison / Rivas eleison / Kyrie eleison".

La pontevedresa Raquel Casal, que estaba al frente del departamento autonómico encargado de velar por el patrimonio histórico, mantuvo una fortísima disputa con Rivas Fontán, y reiteró su tajante negativa a aprobar un proyecto que modificaba sustancialmente una zona protegida.

"Nunca voy a dar mi aprobación -dijo- a un proyecto que modifica totalmente una zona que está protegida, cambiando absolutamente su estructura, independientemente de que el proyecto sea bueno o mal en sí mismo. Esta es mi postura, a la vista de los informes técnicos, y la mantendré hasta el final, al margen de las decisiones políticas que se adopten para resolver este problema".

Efectivamente ese fue el posicionamiento defendido por la directora general de Patrimonio de la Xunta, pero el alcalde Rivas Fontán le ganó la partida y se salió con la suya.

Como buenamente pudo, el gobierno gallego de Fernández Albor se quitó de encima su responsabilidad en el asunto, con el conselleiro Vázquez Portomeñe como principal componedor. Aquello no era cosa suya y dejó hacer al Ayuntamiento en aras de la autonomía municipal.

Finalmente, no hubo una inauguración oficial a bombo y platillo. La presentación formal el 15 de julio de 1986 del nuevo "parque central", según la denominación maneja por el alcalde, resultó bastante desangelada. El invernadero construido sufría problemas de acondicionamiento no resueltos y el vivero proyectado parecía una entelequia. Rivas Fontán terminó como pudo aquella comparecencia pública, un tanto exasperado por los fallos detectados.

El tiempo demostró que la obra de remodelación de Las Palmeras fue un fiasco. Escasamente tres años después, el Ayuntamiento tuvo que invertir otros tres millones en corregir las deficiencias más visibles. Y el propio alcalde admitió su insatisfacción en público ante el resultado de un proyecto que defendió con uñas y dientes, pero cuya máxima responsabilidad descargó en la concejalía de parques y jardines.

José Rivas Fontán apena recuerda ahora de tan controvertida reforma la protesta elevada por el Gobierno Militar a cuenta de la instalación de un urinario frente a su entrada principal, que motivó su cambio de emplazamiento a un lugar más recogido.

"Lo que hicimos -señala el libro memorialista que hizo con Adrián Rodríguez- fue poner bordillos a los parterres y poco más. No era un jardín francés, porque no tenía esa perfección, ni tampoco inglés. Era un pequeño monte, árboles secos, ramas caídas?."

Cualquiera diría que Las Palmeras que conocieron y disfrutaron tantos y tantos pontevedreses nunca fueron Las Palmeras que trastocó por completo Rivas Fontán, después de varios años de marginación y olvido.

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